La pederastía favorecida por los adultos

Marcelino Champagnat, los Maristas de Bercelona y la pederastia

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La pederastia, los Maristas de Barcelona y el gran fariseismo de la sociedad en la que crecen nuestros hijos

Joaquín Díaz Atienza

Corría el año 1820 cuando un sacerdote francés llamado Marcelino Champagnat, un gran hombre y no especialmente dotado (padecía de dislexia), se dirigió a los Hermanos de María (Maristas), con estas palabras: “Queridos hermanos: no olviden que la primera lección que esperan de ustedes los niños, las autoridades, el clero y todo el vecindario, es el buen ejemplo: sean modelos de piedad y de virtud para todos”. Marcelino Champagnat fundó lo que hoy conocemos como los Hermanos Maristas que, conjuntamente con las denominadas Escuelas Cristianas (La Salle), los Escolapios y los Salesianos, han realizado una labor docente encomiable entre los niños y niñas más desfavorecidos de nuestra sociedad. Ellos estaban donde el Estado no tenía ningún interés en llegar.

Sin embargo, todo parece degradarse con el tiempo, hasta lo más sublime. Lo que fue un milagro socioeducativo para miles de niños y niñas atrapados en la más absoluta pobreza, se ha ido transformando en una ciénaga de olores insoportables, porque el cadáver putrefacto de un solo animal apesta a cientos de metros de distancia. Son pocos, efectivamente, pero las proporciones de su escándolo son inmensas. Esto es lo que está pasando con la pederastia en nuestra escandalizada sociedad, una sociedad atrapada en una  doble moral que la  descalifica  a sí misma cuando no levanta la voz frente al mayor crimen que pueda cometerse: el abuso y agresión  sexual a la infancia,  seres indefensos para los que deberíamos ser ejemplo y protectores. Pero la pederastia no es exclusiva de la Iglesia, ni  es más frecuente en ella que en otras instituciones. Veamos:

  1. Pederastia y familia. La familia, en un sentido amplio, está considerada como el primer lugar en donde más abusos sexuales sobre menores se producen. Siempre se ha hablado del gran secreto familiar, ese secreto que la va destruyendo y cuyos “escombros” terminan en las consultas de salud mental infantil, a donde llegan todas las víctimas de “lo que debe ser escondido”. Y la familia, una estructura que representa lo esencialmente bueno, “lo que debe ser” y que hay que mantener al precio del silencio.
  2. Pederastia y escuela. La segunda familia para el niño y la niña y el segundo escalón en dónde la pederastia adquiere mayor importancia. No importa que sean religiosos o no. Os lo aseguro, que algo sé. El ámbito escolar es un ambiente de riesgo, como es la familia. Se denuncian unos casos y otros no. Lo que sí es cierto es que se airean menos que cuando suceden en una institución eclesiástica o los abusos son cometidos por eclesiásticos.
  3. La pederastia y las organizaciones/actividades lúdico/recreativas para la infancia. El tercer escalón en donde se detecta un riesgo importante para los abusos sexuales de menores: actividades deportivas, reuniones, acampadas y campamentos. Ahí estarán expuestos a esos lobos con piel de cordero que se ocultan detrás de actividades en sí mismas buenas. Tienen una especial habilidad para no ser detectados hasta que se les coge in fraganti.
  4. La pederastia como tour turístico. ¿Cuántos países observan esa hedionda masa de europeos, norteamericanos, y en general pederastas ricos, que aterrizan o desembarcan en sus tierras con la única finalidad de abusar de menores. Miles y miles, no 10 ni 12, ni veinte. Miles y miles de acomodados y ejemplares ciudadanos en sus respectivos países de origen, se transforman en repugnantes depredadores sexuales de niños y niñas. Porque en la pederastia hay hombres que abusan de niños, hombres que abusan de niñas.

Sobre este escandaloso turismo, muy de tarde en tarde aparecen noticias que pasan prácticamente desapercibidas porque su eco mediático apenas dura unas semanas.  Es la complicidad de occidente con respecto a la esclavitud sexual de la infancia en los países pobres.

La pederastia y la Iglesia Católica versus la pederastia y el mundo laico.

Este post es la respuesta a un artículo de Xavier Martínez Celorrio en  El Periódico con el título “Lluvia de piedras contra la infancia”. Xavier, en respuesta a los casos de pederastia detectados en los Maristas de Barcelona, afirma y sostiene la hipótesis de que las instituciones religiosas de enseñanza son espacios de riesgo para el abuso de menores, que la Administración es cómplice de los mismos por miedo a la Iglesia y por su deficiente inversión en recursos económicos y humanos (auditorías). La culpa sería de la herencia del franquismo y de la herencia clerical propia de nuestra sociedad (por eso ha gustado tanto el artículo a Europa Laica).

Sinceramente, me parece un artículo tan apasionado como sesgado. Porque, efectivamente, algunos miembros de la Iglesia han pecado mucho y durante mucho, demasiado tiempo, ocultando los casos de pederastia que se han presentado en su seno. Que, si bien el “pecado”  de la pederastia es horrendo, se presente donde se presente, si se da en la Iglesia por comisión o por ocultamiento, el pecado es aún mayor porque va en contra del mandato evangélico que ellos dicen representar. Si la pederastia en general es nauseabunda, en la Iglesia es vomitiva. No hay justificación y no es caridad, sino complicidad, cuando no se ponen a los pederastas en manos de la justicia ordinaria.

Sin embargo, el análisis es, por desgracia, excesivamente simple. Sencillamente, porque la pederastia está extendida por toda la sociedad, en todas las estructuras y en todas las geografías. Existen lobbies internacionales que, a través de la ideología de género, especialmente la doctrina queer, intentan buscar un reconocimiento social presentándola como “amor a la infancia”. La pederastia en nuestros días, estimado Xavier, es una epidemia sobre un hecho endémico, aunque silenciado. La Iglesia no es más que el resultado sumatorio de personas y valores que reflejan a la sociedad en la que viven.

Por tanto, que nuestras emociones no traicionen la verdad: la causalidad  radical del hecho social de la pederastia, su raíz, está en los valores y en la interiorización de éstos por parte de la sociedad. Estamos perdiendo unos valores tradicionales y se nos están ofreciendo otros centrados en una sexualidad genitalizada y hedonista. Poco a poco vamos entrando en el nuevo paradigma antropológico: la gratificación sexual sin límites. ya no hay que defender, ni proteger a la infancia. La infancia es un objeto sexual más y sólo su voluntad y consentimiento será el requisito para que un adulto pueda mantener relaciones sexuales, sin necesidad ni obligación de determinar su madurez para tomar decisiones. En sólo unos años, adiós a la pederastia. Lea, lea esos artículos y esos panfletos  publicados en Cataluña sobre la ideología de género y verá como se justifica en alguno de ellos la relación sexual entre un menor y un sesentón… asqueroso.

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