USOS Y ABUSOS DE LOS PSICOESTIMULANTES EN EL TDAH

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Joaquín Díaz Atienza

Los que prescribimos psicoestimulantes en la infancia y a la adolescencia estamos sometidos a una amplia variedad de presiones y condiciones que, lo deseemos o no, condicionan nuestra actitud prescriptora. Aunque parezca un tópico, por la relevancia mediática que origina, el primero, aunque no el más determinante, es la presión del marketing de la industria farmacéutica, pero también la presión de los padres y del medio socio-escolar del paciente.

En este sentido, es una realidad conocida por todos, aunque no estudiada científicamente en España, que la prescripción de psicoestimulantes en la infancia y la adolescencia pasa por una, o varias, de las siguientes situaciones:

  •   Existe una amplia variabilidad prescriptiva dependiendo de la presión escolar y familiar.
  • El profesional que prescribe: pediatra de Atención Primaria, neuropediatra, psiquiatra infantiles…
  • El tipo de evaluación clínica utilizada para llegar al diagnóstico.
  • Se han observado, en cantidad no desdeñable, errores en cuanto a la dosificación, según las recomendaciones de organismos públicos internacionales.
  • Abuso excesivo de la prescipción en menores de seis años sin la suficiente información a los padres, ni exigencia y firma del consentimiento informado, tal como obliga la ley al respecto.

Sin embargo, estos comportamientos no son exclusivos de nuestro país, por el contrario, están bastante generalizados en los países de nuestro entorno.  Precisamente porque se trata de un “secreto a voces”, es por lo que el Departamento de Servicios Sociales y Sanitarios del Estado de Washington, conjuntamente con la aseguradora Medicaid, han realizado una investigación para que evaluara y dimensionara estas irregularidades(1). Los fundamentos de esta investigación fueron la constatación previa de los siguientes aspectos:

  • La existencia de una gran variabilidad en la prevalencia (entre el 7% y el 16%) lo que nos indica la escasa validez de los criterios diagnósticos o la existencia de errores metodológicos.
  • La sospecha de que existe un sobrediagnóstico de la comorbilidad que trae como consecuencia negativa más inmediata la polimedicación.
  • La existencia de una gran variabilidad de comportamientos prescriptores entre comunidades y profesionales no justificadas por la clínica.
  • La sospecha fundada de que hay investigaciones intencionadamente sesgadas por presiones de la industria farmacéutica.
  • La combinación de varios medicamentos, la prescripción de altas dosis, así como la prescripción en pre-escolares no se sostiene en evidencia científica suficiente.

Los objetivos que se plantearon fueron el establecimiento de unos parámetros de seguridad y de unosestándares en la prescripción basados en la evidencia científica. Para ello, se utilizaron una segunda opinión, tanto de los diagnósticos como de los tratamientos en curso, revisaron las guías disponibles hasta ese momento, las advertencias recogidas por la FDA y las reclamaciones documentadas y  relacionadas con las dosis superiores a las recomendadas.

 Los RESULTADOS fueron los siguientes:

  • De un total de 19.444 prescripciones, se aceptaron en segunda opinión 18.398 (94,6%).
  • De los 1.046 (5,3%) se aprobaron después de otra opinión, 444 (42%); 12 (1%), después de un segunda evaluación psiquiátrica; y por otros procedimientos, 52 (5%).
  • Por tanto, al 5,3% se le cambió la prescripción previa por ajuste de la cantidad (25%), por no respuesta al tratamiento (14,7%), por no estar indicada (10,3%) y negada tras una segunda evaluación diagnóstica (1,1%).

Las CONCLUSIONES a la que llegan los investigadores podemos concretarlas en:

  • Se redujo el número de medicamentos de los tratamientos individuales.
  • Se ajustó la dosis a lo recomendado por la FDA sin alterar el efecto terapéutico.
  • Redujo las prescripciones en pre-escolares (menores de cinco años).
  • Se detectó una variabilidad de prescripción mayor en niños en acogida.
  • Se recomienda a la Administración un plan que reduzca la variabilidad entre profesionales en la evaluación y prescripción.

Por tanto, lo que se viene anunciando en post anteriores sobre las “irregularidades” respecto a la prescripción de psicoestimulantes en niños y adolescentes  parece que no es sólo una crítica infundada, sino que obedece a datos objetivos. Esta situación que hemos descrito en EEUU sospecho que es aún mayor en nuestro país… Y ESCRITO ESTÁ

 (1)THOMPSON JN y cols. Second Opinion Improve ADHD Prescribing in a Medicaid_Insured Community Population. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry, 48:7, July 2009.

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