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Joaquín Díaz Atienza
La impulsividad está considerada como una característica temperamental que condiciona la rapidez con la que una persona reacciona, cognitiva y conductualmente, ante un determinado estímulo. Se trata de una respuesta automática, irreflexiva sin mediación de la voluntad. La impulsividad puede ser conductual, cognitiva y emocional, aunque lo habitual es que se presente en todos estos ámbitos. La impulsividad se percibe en la conducta, en la conducta prosocial, en el aprendizaje, así como en la ejecución de tareas diarias, dando lugar a un amplio repertorio de problemas.
Características funcionales de la impulsividad.
La tendencia a reaccionar de forma poco reflexiva y desordenada que presenta el niño/adulto impulsivo va a dar lugar a problemas en la socialización, así como en otros ámbitos de convivencia, sea familiar, escolar o laboral.
- Problemas con la inhibición de comportamientos automáticos.
Tendencia a la obtención de una gratificación inmediata como consecuencia de dificultadas en la gestión del tiempo de respuesta. Como es compresible esta incapacidad de inhibición dará a dificultades en la aceptación/interiorización de las normas y de la autoridad.
No es difícil encontrarnos en las personas impulsivas que presenten dificultades en detener las conductas previamente iniciadas. Es lo que denominamos PERSEVERACIÓN.
Tanto la impulsividad como la inhibición son consideradas funciones del sistema ejecutivo. Cuando las dificultades están ligadas a la neuromaduración suelen denominarse déficits ejecutivos y cuando son permanentes, normalmente relacionadas con lesiones cerebrales, se denomina trastorno disejecutivo.
Estos déficits ejecutivos suelen manifestarse a través de los siguientes procesos:
Tendencia a emitir conductas previamente aprendidas a pesar de ser conscientes de que ellas no son las más apropiadas para la tarea concreta que se está realizando en función de un objetivo.
Una vez que la conducta se pone en marcha, los sujetos impulsivos presentan dificultades para detenerlas.
Impulsividad y aprendizaje.
El aprendizaje está íntimamente relacionado con los procesos de memoria y con la impulsividad/inhibición cognitiva y emocional. En los procesos de aprendizaje es fundamental que la persona sepa distribuir de forma idónea los recursos cognitivos de forma estratégica para la consecución de los objetivos.
Igualmente, nos facilita distinguir la información relevante para la tarea de la irrelevante. La inhibición de la impulsividad protege a la memoria de trabajo de la información no relevante y además facilita la atención sostenida.
La impulsividad facilita los errores, impide un procesamiento correcto de toda la información disponible, incrementa los errores atencionales e incrementa la rigidez cognitiva.
Inhibición de la impulsividad.
La inhibición permite sostener en el tiempo la conducta intencional. Como es fácil de comprender nuestra vida diaria está expuesta a multitud de situaciones y tareas en donde se pone a prueba nuestra capacidad de inhibición: tareas escolares, relaciones sociales y laborales. La inhibición es una función ejecutiva de máxima importancia para nuestra adaptabilidad y aprendizaje. De hecho, se trata de evitar los errores de la impulsividad. Esta afecta en todo el proceso de aprendizaje: antes, debido a la ausencia de escucha y de anticipación, dificulta la planificación estratégica, contribuye a la desorganización temporal de la tarea. Durante el proceso, porque el sujeto cree saber anticipadamente lo que se ele está explicando, es incapaz de sobreponerse a los distractores, suele facilitar las respuestas automáticas y la perseveración. Finalmente, suele realizar una evaluación incompleta de los resultados.
La inhibición se enmarca los sistemas supervisor de la atención y de la memoria de trabajo. Ambos sistemas son los encargados de gestionar las entradas y salidas de la información. La impulsividad dificulta la distinción entre los que ya se conoce y lo novedoso.
Si bien la impulsividad es algo consustancial al neurodesarrollo, la inhibición se va adquiriendo con el desarrollo a través de la experiencia. Está íntimamente relacionada con el desarrollo del lenguaje, del sentimiento moral y la socialización. La interiorización de lenguaje (lenguaje interno) y la presentación de pensamiento simbólico conforman el sustrato necesario para desarrollar los mecanismos de inhibición. Suele admitirse que a los seis años el niño presenta un cierto autocontrol, a los nueve adquiere la capacidad de autoobservación y a los 11- 12 la capacidad de inhibición cognitiva.
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Autor: JOAQUÍN DÍAZ ATIENZA Licenciado en Medicina y Cirugía y Doctor en Neurociencias por la Universidad de Granada; Psiquiatra por la Université Pierre et Marie Curie – Paris; Psiquiatra Infanto-juvenil por la U. Pierre et Marie Curie – Paris; Psicoterapeuta. |