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Padres preocupados, adolescencia perdida, futuro incierto: ha llegado la hora de tomar partido hasta mancharse
Joaquín Díaz Atienza
Raro es el día en que no aparece alguna noticia en los medios de comunicación en donde un grupo pandillero circunstancial no agreda a otra/o adolescente. Patadas, humillaciones, que ponen los pelos de punta. Los motivos pueden ser de lo más esperpéntico: alumno que presenta un rendimiento escolar superior al de la manada, alumno que por sus habilidades sociales es admirado por los compañeros, ser demasiado guapa o guapo y provocar la atención de algún compañero por el que sentía atracción otra alumna etc.. Motivos suficientes para que se alíen varios alumnos con la única finalidad de imponer el “orden de la mediocridad” a base de amenazas, agresiones graves, exclusión o un escrache escolar que van acobardando a la víctima hasta que se “domestica”, se va del centro, se deprime o se suicida. Es la puesta en valor de lo que siempre se ha visto deleznable. Como si fuera un acto de heroísmo, como si fuera una hazaña de la que hay que dar testimonio a través de las redes sociales. Y la sociedad, superado el primer impacto desagradable que produce, volvemos a la rutina de siempre. Incluso, mejor no hablar, ni reaccionar… ¡no son nuestros hijos!, ¡son tan lejanos!, ¡algo habrá pasado!… Y “pasando que es gerundio”.
Y ahora voy a dar mi opinión de “abuelete” cascarrabias, de dinosaurio obsoleto que se ha quedado anclado en la prehistoria y es incapaz de adaptarse a la postmodernidad. Cuando me formaba en psiquiatría infantojuvenil y estudiábamos los factores de riesgo psicosocial en la adolescencia, se contemplaban los siguientes (los traigo a colación por si pueden arrojar un poco de luz a esta tragedia que nos va superando cada día un poco más).
- 1. Factores de riesgo escolares: De nada sirven los planes de centro, los idearios de centro escolares, si en ellos no se implican los padres, los profesores y los alumnos. La inutilidad de esos planes elaborados en los despachos de los profesores y pedagogos, son absolutamente inútiles. Se quedan en un buen intento que anuncian un inevitable fracaso.
Hay que tener en cuenta la diversidad de los alumnos en cuanto a sus posibilidades, integrando a los que presenten dificultades importantes, no solo académicas, sino también emocionales y/o conductuales. La pedagogía inclusiva se materializa en la ayuda psicopedagógica necesaria y en el desarrollo de un sentimiento de empatía por parte de los compañeros y profesores. La empatía, comprender la diversidad entre los alumnos/as es el instrumento eje sobre el que se debería sostener cualquier innovación pedagógica (Don Bosco). Lo contrario conduce a dividir al centro en dos bandos, los que están motivados por el estudio y aquellos que se sienten rabiosamente frustrados por su incapacidad para dar respuesta a las exigencias curriculares. La auto-marginación es cada vez mayor y el riesgo de que aparezcan grupos agresivos que intenten boicotear la dinámica escolar estará a la orden del día.
Los profesores deben saber imponer su autoridad – hablo de autoridad, no de autoritarismo- una autoridad que se traduce en “estar en su sitio”, en incentivar a los que presentan dificultades con una actitud compresiva y de apoyo y no estableciendo relaciones de amiguismo, de manifiestas preferencias entre profesor/alumno, cuando no con claras intenciones sexuales.
- Factores de riesgo familiares. Hace no muchos años, se hablaba de familias desestructuradas, de familias monoparentales (normalmente, por divorcio o separación), familias en situación de pobreza, familias en barrios marginales, padres con alguna adicción o patología psiquiátrica, paro normalmente del padre). Hoy día la diversidad del riesgo se ha ampliado de forma considerable: familias monoparentales como opción personal, incremento de las adopciones, familias por identidad de género, familias homoparentales, familias reconstituidas etc.. No todas van a presentar las misma dificultades, aunque sí suponen un riesgo más o menos manifiesto debido a la diversidad de valores que se manejan en su interior.
Inevitablemente, hay valores que deberían ser absolutamente perennes: el respeto a la diversidad, la tolerancia, la educación a la ciudadanía, la responsabilidad, la fidelidad a los compromisos, la educación en el conocimiento a distinguir el auténtico valor de la cosas y el esfuerzo necesario para conseguirlas.
Cuando se plantea la relación entre la familia y la escuela, los padres deben saber delegar parte de su compromiso como padres en los profesores. Enseñarles a los hijos a interiorizar que la figura del profesor está en el nivel cualitativo que le corresponde y que se trata de un gran aliado de la familia, no contra quién hay que luchar porque no responde a mis expectativas como padre.
- Factores de riesgo individuales. Siempre se ha hablado del temperamento, de las dificultades de aprendizaje, de la exigencias irracionales tanto por parte del colegio como de los padres, el consumo de alcohol y drogas, el uso indebido de las nuevas tecnologías, la falta de supervisión por parte de los padres, la indisciplina en los horarios etc..
Pero todo lo anterior no tiene sentido si no hay una cultura social que los valore positivamente, una sociedad en donde no predomine la individualidad frente a la ciudadanía.
Quiero comentar un pensamiento de Bauman (Modernidad líquida) sobre el diagnóstico que el realiza en cuanto a los valores sociales actuales: En la época moderna la filosofía crítica se encargaba de conseguir la autonomía e individualización de la persona al precio de la soledad, la anomia y la pérdida de la ciudadanía. Ha conseguido ser un individuo “de jure”, aunque no “de facto”, porque este último estatus no puede conseguirlo sin transformarse en ciudadano. Por ello, en la postmodernidad la nueva filosofía se encarga de encontrar un equilibrio entre individualidad y ciudadanía, ya que el hombre no puede ser individuo ni autónomo sin la sociedad. Para él, es una tarea imposible.
¿De qué hablamos?. Mejor decirlo con un ejemplo: En Islandia ante la degradación de los adolescentes han tomado medidas cuyos resultados están dando su frutos: el consumo de alcohol, la promiscuidad sexual desde los 10 años, el consumo de drogas está desapareciendo. Todo ha sido posible al acuerdo entre gobierno, colegios y padres. Islandia ha recuperado a una adolescencia perdida. Como contrapunto, Filandia en donde se permite a niñas de 10 años mantener relaciones sexuales con adultos que le triplican la edad, se han descritos algunos casos en donde niñas han tenido que ser atendidas médicamente por los desgarros vaginales producidos al mantener relaciones sexuales con adultos. Respuesta de algunos padres: “No son más que amigos, es normal que a los chicos adultos les encante estar con chicas hermosas y las elogien. En Finlandia es un comportamiento normal”. Una adolescencia traumatizada y a punto de perderse.
Ha llegado la hora de aclarase y no quejarse, ha llegado la hora de “tomar partido hasta mancharse” León Felipe.