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El desarrollo moral según la teoría psicoanalítica: autonomía y control pulsional
Joaquín Díaz Atienza
En este tercer post abordamos el desarrollo moral desde la perspectiva freudiana o psicoanalítica. Pero antes expondremos de una forma sencilla, aunque se pierda en rigor, algunos conceptos psicoanalíticos imprescindibles para comprender la teoría del desarrollo moral freudiano. Debemos tener en cuenta que Freud va introduciendo novedades explicativas en base a cómo evoluciona su propia teoría, pasando de una visión esencialmente biologicista a otra exclusivamente psicológica.
ALGUNOS CONCEPTOS.
En primer lugar se denomina primera tópica a la estructura dinámica constituida por el inconsciente, el preconsciente y el consciente. Los procesos psicológicos producidos en el inconsciente sería de naturaleza inconsciente y primarios; los producidos en el preconsciente sería susceptibles de acceder a la consciencia en determinadas situaciones. Los procesos secundarios se darían en el consciente.
Los contenidos y conflictos del inconsciente, aunque operantes, no tienen acceso a la consciencia ya que produciría una gran angustia en el sujeto. Por ello se utiliza un censor que decide que puede y que no puede pasar a la consciencia. Se le denomina represión.
La segunda tópica, también denominada tópica de la personalidad, está constituida por el ello, el yo y el superyo. El ello es inconsciente. Su contenido es libidinal y destructivo. Está orientado a la satisfacción del placer y, por tanto, se rige por el principio del placer. El Yo tiene conexiones con el ello y se rige por el principio de realidad. Es lo que puede ser para el sujeto y se encarga de la adaptabilidad social del mismo. El superyo Sería el ideal del yo y el censor moral, la conciencia moral del sujeto. En lo que se refiere a su actuación es de naturaleza consciente. Sin embargo, posee otra parte inconsciente en cuanto el sujeto no conoce de donde proceden las instancias que se le presentan en la conciencia. Sus contenidos se encuentran, por tanto, interiorizados. (Figura 1)
EL DESARROLLO MORAL EN FREUD
En Freud podemos encontrar tres etapas bien diferenciadas: Una etapa biologicista, la etapa previa a la constitución de la segunda tópica y la posterior a ella.
- Durante la etapa biologicista Freud intenta interpretar las denominadas perversiones sexuales y las resistencias en forma de asco y vergüenza que el sujeto presenta ante ellas como una consecuencia de inhibiciones determinadas filogenéticamente.
En este sentido, y refiriéndose al incesto, nos dice Freud: “en el niño civilizado se tiene la impresión de que el establecimiento de esos diques es obra de la educación y sin duda contribuye a ello. Pero en realidad este desarrollo es de condicionamiento orgánico, fijado hereditariamente, y llegado el caso puede producirse sin ninguna ayuda de la educación”.
Por tanto, en esta etapa se suelen distinguir dos tipos de prohibiciones:
– La restricciones relacionadas con la organización social, religiosa y moral comunitaria. Esta restricciones serían universales, en el sentido kantiano. Se encontrarían formando parte de un sistema general.
– Otras prohibiciones se ejecutan desde sí mismas. No se encuentra incluidas en ningún sistema concreto y se corresponden con las prohibiciones tabú. Para Freud serían las prohibiciones más arcaicas que conforman la conciencia moral.
Para Freud la conciencia moral es aquello que se conoce con máxima certeza. La identidad de conciencia consiste en ese estado que nos permite denotar, distinguir, los objetivos como realidades interiores o exteriores. En otras palabras, la sensibilidad ante los hechos morales. El contenido de conciencia consiste en la observación de que en nosotros existen algunos deseos que no admitimos sin que tengamos ningún argumento, son deseos que los desestimamos en sí mismos.
Cuando damos cumplimiento al deseo prohibido surge la culpa que no es más que la valoración negativa que realizamos sobre la transgresión cometida.
Para Freud, el origen de la conciencia moral se encuentra en la ambivalencia que surge entre el deseo y la prohibición de dar cumplimiento al mismo.. Nos dice Freud: “tras cada prohibición, por fuerza hay un anhelo”.
- Ideal del yo y conciencia moral. Es la segunda etapa. nos dice Castilla de Pino que la parición del ideal del yo es una etapa presuperyoica, ya que el superyo propiamente dicho sería el resultado de la combinación del ideal del yo con la conciencia moral.
El yo debe suprimir sus pulsiones para conseguir la adaptabilidad social y por imperativos de la normas sociales, culturales y ético-sociales.
La represión conduce a un ideal del yo a partir de cual el sujeto evalúa la acción de su propio yo. Se trata de un proceso individual por el que surgen la individualidad y subjetividad de los valores y que pueden ser diferentes en cada persona. Todo dependerá de las pulsiones requeridas y su grado de represión. La conciencia moral surge, por tanto, de la toma de conciencia por el individuo de determinados deseos que desaprueba y que los consideras suyos. De aquí que la conciencia moral permanezca tranquila hasta que no surgen esos deseos inadmisibles y considerados como propios.
Para Freud, esta sería la razón del porqué el hombre tiene tan difícil codificar algo como bueno o como malo moralmente. Para unos puede ser aceptable lo que para otros no lo es. Todo se desenvuelve en la mezcla de amor y odio que tengamos hacia determinados “objetos”.
El castigo, por tanto, no es más que un intento de reparación, de conciliación, por el que el individuo aproxima su yo actuante a su yo ideal como referente moral.
- El rol de superyo en la conciencia moral.
La gran novedad que presenta el superyo con respecto al ideal del yo es la menor conexión con la conciencia de superyo. Representa la liquidación, la resolución que el individuo da al complejo de Edipo. Esta liquidación va estar constituido, fundamentalmente, por dos procesos identificatorios: El primero, estaría constituido por la necesidad que tiene el niño para su desarrollo socioemocional y moral de mimetizar la figura de autoridad del padre, llegando incluso a su interiorización. la segunda, más compleja y también necesaria, la necesidad de autoprohibición que se impone el niño a ser una prolongación de la figura del padre. La primera sería una identificación positiva hacia la figura parental, la segunda negativa.
Esta experiencia edípica va a generar un sentimiento de ambivalencia que será la fuente de dos sentimientos de culpa con mecanismo generadores diferentes. Una sería inconsciente y está relacionada con el complejo de Edipo. La segunda, consciente, estará relacionada con la tensión producida entre el yo y el ideal del yo que se van produciendo durante el desarrollo.
De la culpa surgida del conflicto entre el yo actuante y el ideal de yo (mi estándar ético), nace lo que Freud denomina el masoquismo moral que no es otra cosa que la necesidad de ser castigado por un mecanismo inconsciente como lo demuestra el desconocimiento que tiene el individuo en cuanto a la fuente de la culpa.
Para Freud la eticicidad del sujeto sería el resultado de la represión pulsional. De aquí que nos proponga relajar la represión pulsional concediéndonos una menor severidad. Por otra parte, el único camino para poder acceder a la verdad de las dinámicas subyacentes que generan los sentimientos de culpa.
Por tanto, la moral en su conjunto correspondería a una formación reactiva como mecanismo de defensa para mantener el equilibrio psicológico mínimo que no permita sobrevivir en la sociedad. Es decir, suprimir las pulsiones da lugar nos produce un comportamiento radicalmente opuesto a lo que realmente al deseo.
De aquí que para Freud, las dos formas del sentimiento de culpa se deberían a la liquidación del complejo de Edipo (cuando el sujeto desobedece a los imperativos parentales y siendo el superyo el que castiga “desde dentro”) y a la infracción de toda norma que procede de la sociedad, de la cultura por exigencia adaptativa al precio de la renuncia pulsional.
Próximo post: Desarrollo moral, concepto de menor maduro y tomas de decisiones( y 4).