La autoestima infantil comienza en la familia

La familia y la escuela en el desarrollo de la autoestima en la infancia

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La autoestima en la infancia: Lo que se hace en la familia y posteriormente en el colegio dejará una huella para siempre. 

Joaquín Díaz Atienza

Hoy escribiré brevemente sobre la autoestima. Un concepto emocional que hace referencia al sentimiento de valoración sobre nosotros mismos. Esta valoración puede dirigirse a nuestra globalidad como persona, o bien a determinadas habilidades.

Entre los padres es muy frecuente que nos digan frases como “mi hijo es que no tiene autoestima”, “habría que aumentarle su autoestima”, sin que realmente siempre se esté haciendo referencia a lo que psicológicamente se entiende por autoestima. Hay personas que confunden la autoestima con la soberbia, y la humildad con la falta de autoestima. De hecho, hay determinados credos religiosos que critican el desarrollo de la autoestima porque  no saben distinguirla psicológicamente de la soberbia, o bien consideran que es una falta de humildad.

  1. Definición

Por ello, lo primero que haremos será definir lo que se entiende desde un punto de vista técnico qué es la autoestima:

Para algunos, traduce el concepto que nos hacemos de nosotros mismo. Dicen que este autoconcepto se basa en todos “los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que nosotros mismos vamos recogiendo a lo largo de la vida”. Se refieren al juicio de valía personal. Por tanto, puede variar en base a las experiencias, éxitos y fracasos que vamos acumulando durante nuestra ciclo vital

  1. Autoestima en la infancia, familia y educación

2.1. La autoestima se va configurando desde la primeras etapas de nuestro desarrollo infantil que, junto a la adolescencia, van a ser determinantes para nuestras vidas, ya que dejan una huella profunda, una “plataforma” sobre la que volveremos reiteradamente a lo largo de nuestra trayectoria vital. Sin embargo, son etapas frágiles, aunque flexibles y con muchas posibilidades de producir cambios en sentido positivo.

2.2. La familia, junto con la escuela, en la que crece el niño es el lugar principal de socialización, de educación y en donde se favorece la aceptación de uno mismo. Es donde el niño debería ser querido por lo que es y se le debería aceptar como es. Esto que aparentemente es una obviedad, sin embargo, la mayoría de los padres son incapaces de aceptar al hijo real frente  a ese otro hijo con el que siempre han soñado.

2.3. Los padres deberían tener presente que la imagen que el niño se va haciendo de sí mismo se encuentra íntimamente enraizada en la percepción que tiene acerca de si cumple o no cumple con las expectativas de sus padres, en lo referente a la consecución de los objetivos que el “cree” que esperan de él.

2.4. El tipo de educación que damos a nuestros hijos es fundamental en el desarrollo de su propia autoestima. Hoy prevalece el estilo de educación permisiva en donde los padres se exigen exageradamente en su rol de padres y, al mismo tiempo, muy poco a los hijos. Son niños educados en la nueva cultura del “no esfuerzo”. La creencia de que es posible obtener las cosas sin sacrificio rápidamente entra en contradicción con las primeras experiencias fuera del ámbito familiar: escuela y amigos, traduciéndose en un sentimiento cada vez más profundo de inseguridad.

Otra situación cada vez más frecuente es aquella en donde los padres inducen a los hijos el sentimiento poco realista de que pueden conseguir cuanto quieran si se lo proponen. Si no somos capaces de aclarar este sentimiento, de dotarlo de realismo, puede ser motivo de fracaso y frustración. Un ejemplo de lo que deseo transmitir, lo observamos en los campos de fútbol infanto-juveniles en donde los padres fantasean con la posibilidad de que si sus hijos se esfuerzan pueden llegar a ser un profesional de primera línea. No todos los logros dependen del esfuerzo, aunque es verdad que éste es imprescindible para conseguir algo valioso.  Hay que conocer nuestras posibilidades y , sobre ellas, trazar nuestro objetivos vitales. Lo demás, es el cuento de la lechera.

2.5. Los padres deberían transmitir una buena autoestima. Por ello, deben cuidar la suya. Si nosotros como padres transmitimos una buena autoestima, podremos favorecer positivamente la de nuestros hijos. No podemos hacer comentarios descalificativos de nuestra pareja delante de nuestros hijos. El ambiente familiar debe ser cálido, afectivo, que brinde un buen apoyo emocional. Al mismo tiempo debe marcar unos límites razonables, consensuados por ambos padres y previamente conocidos por los hijos. La firmeza no es incompatible con el amor parento-filial.

  1. Cómo podemos conocer la autoestima de nuestros hijos/as

3.1. Antes de exponer algunos aspectos conductuales y emocionales relacionados con el grado de autoestima de nuestros hijos, hay que saber que la autoestima está relacionada con la toma de conciencia y la satisfacción por parte del niño ante los logros en función de las metas que él se ha trazado. Por ejemplo, para mantener una buena autoestima sobre las habilidades para jugar al futbol debe traducirse en el éxito como futbolista; para tener una buena autoestima como estudiante, debe obtener buenas notas, se vive uno como buen músico cuando los demás se le reconocen. De aquí que la autoestima se desarrolle a través de la retroalimentación.

3.2. Los niños con buena autoestima serán independientes, asumen responsabilidades, se muestran orgullosos de su logros, son capaces de asumir las frustraciones sin presentar conductas de evitación, presentan iniciativas para afrontar nuevos retos, expresan sus emociones con naturalidad.

3.3. Los niños con baja autoestima suelen ser evitativos ante situaciones difíciles o que les produce inseguridad, tienen un concepto de sí mismos bastante negativo, suelen ser bastante influenciables, suelen culpara los demás de su incompetencia, mostrándose a la defensiva. Suelen repetir con frecuencia “me da igual”, “no me importa”, “ya no me interesa” . Emocionalmente son niños algo tristes, irritables y con dificultades en la relaciones sociales.

  1. Cómo podemos incrementar la autoestima en nuestros hijos.

4.1. La actuación se encamina a la consecución del deseo, de la satisfacción, a creerse mejor. Por ello, se esperan alabanzas y aprobación por parte de las figuras más significativas para el niño. Por supuesto, los padres y profesores. Cuando se actúa, en definitiva lo que pretende es la conformación de la imagen que uno tiene de sí mismo. Cuando esto no se materializa, surge la imagen negativa de uno mismo. De aquí la importancia de los mensajes que damos a nuestros hijos cundo son pequeños porque la autoestima en los primeros años de vida depende de los que oyen, de lo que le dicen, de esos mensajes repetitivos que solemos realizar los padres ante cualquier pequeña hazaña o logro que consiguen. No olvidemos que hay un dicho que dice que “la repetición de mensajes acaba por hacer propia una valoración”.

  1. Cómo fortalecer la autoestima de nuestros hijos.

5.1. Antes describiremos algunas conductas que los padres deben evitar en la relación con sus hijos. Lo más habitual es que no hagamos un reconocimiento explícito cuando nuestros hijos están actuando “como debe ser” y, sin embargo, siempre intervengamos cuando su comportamiento es considerado como no pertinente; Cuando lo calificamos como “tonto” o “torpe” si se equivoca; cuando no le damos pequeñas responsabilidades adaptadas a su edad y posibilidades; cuando no nos cuidamos de proporcionarles a nuestros hijos un modelo de satisfactorio sobre nosotros mimos, haciendo frecuentes referencias a nuestras propias dificultades cuando teníamos su edad en un mecanismo de proyección que en nada favorece su autonomía y crecimiento personal. Debemos, por tanto, evitar el efecto Pygmalión, es decir que el niño asuma como suyas lo que son valoraciones exclusivamente de sus padres.

5.2. Por el contrario procuraremos reconocer siempre los éxitos por muy pequeños que sean; hay que sugerirles, desde nuestro propio conocimiento acerca de ellos, qué cosas pueden hacer y cuáles no; centrase en el reconocimiento de los éxitos y minimizar los fallos, muéstrale siempre confianza en sus posibilidades. El niño debe interiorizar que su padres confían en su posibilidades.

REFLEXIONE SOBRE:

 ¿Estoy reproduciendo con mi hijo el mismo modelo que utilizaron conmigo?

Por sentirme frutado con la educación recibida ¿estoy actuando reactivamente sin valorar si es lo correcto o no?. Es decir, ¿estoy “vengándome” de mis padres  a través de mis hijos?.

¿Soy excesivamente permisivo y sobreprotector?

¿Pongo los límites apropiados y utilizo técnicas apropiadas para corregir los errores que comete?

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