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Los padres deben ser los grandes previsores para que su hija adolescente no presente una anorexia nerviosa u otro trastorno alimentario
Llegan las puestas de banda en los institutos y en los colegios. Primer contratiempo para más de una adolescente cuando no encuentran un vestido apropiado, cuando el que les gusta está diseñado para niñas andróginas y cuando, frente a esto, reaccionan emocionalmente acusándose a ellas mismas de “que no está hechas para este mundo”, “todas mis amigas encuentran lo que quieren, excepto yo”, “estoy gorda”, “así no puedo vivir”. De nada te sirve explicarles la gran mentira de las tallas, de la responsabilidad que tienen los gobiernos cuando permiten a modelos anoréxicas en pasarelas, a las que mitifican y ejemplarizan como el mejor indicador de belleza y salud dando lugar a la interiorización de una estética corporal contra-natura.
El segundo contratiempo viene con ese bañador o bikini que ya se me ha quedado pequeño, cuando creo que el probador refleja una imagen horrible en el espejo, cuando no coincide mi modelo interior con lo que veo, sin percatarme de que, frecuentemente, mis miedos están distorsionando la imagen real, incrementando por tres o cuatro veces aquellos pequeños defectos que hasta hoy he llevado bien. Ante esto hay que tomar alguna decisión, se dice. ¡Estoy horrible!, ¡me doy asco!. Ante estos pensamientos, la adolescente suele tomar varios caminos: autolesionarse, restricción de alimentos, ejercicio físico exagerado y compulsivo, toma de algún “medicamento” para adelgazar, y el comienzo de un aislamientos social ante los miedos que anticipa a que sus amistades la vean ¡¡tan horrible!! .
Cuando aparecen estos comentarios, es precisamente el momento en que los padres deben agudizar su vigilancia a distancia, sin ser intrusivos, si no queremos que nuestra hija realice su plan a escondidas y nos demos cuenta cuando ya se ha desarrollado la enfermedad totalmente.
INDICADORES DE RIESGO
- Púber, o adolescente, con antecedentes de ligero sobrepeso o sobrepeso que súbitamente se le ve preocupada con su imagen, que decide hacer ejercicio y/o alguna dieta. El contenido de sus conversaciones son monotemáticas con un cierto “tinte” ansioso, depresivo e irritable.
- Se encierra con excesiva e inusual frecuencia en su habitación, cuarto de baño etc.. Cundo se le pregunta al respecto, no suele dar una explicación convincente o, simplemente, pone excusas o da una mala respuesta (enfado).
- Visiblemente se ha incrementado su preocupación por el ejercicio físico.
- Está perdiendo peso de forma muy rápida.
- Ha restringido la comida o evita comer en familia con demasiada frecuencia con la excusa de que ha comido con alguna amiga y ya no tiene apetito, o cualquier otra.
- Suele meterse en la cocina para vigilar la comida.
- Ella quiere servirse ya que, según refiere, a ella se le pone más comida que al resto.
- Trocea los alimentos excesivamente y sus comidas se vuelve eternas.
- Siempre protestarán sobre la cantidad haciendo comparaciones.
- La mayoría se pesarán compulsivamente, incluso varias veces al día.
- Se ha vuelto irritable, taciturna, silenciosa y poco familiar. Evita el estar con la familia.
- El riesgo se incrementa, cuando estamos ante una adolescente con rasgos obsesivos y autoexigente.
Ante estos síntomas de ALARMA hay que consultar con un/a profesional que entienda de trastornos alimentarios. La tendencia de muchos profesionales es minimizar lo que está sucediendo, aún más cuando hay un ligero sobrepeso como antecedente.