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Durante 400 años de carisma vicenciano han existido más luces que sombras
Por mi trabajo he tenido que relacionarme bastante con las
Hijas de la Caridad, las
hijas de San Vicente de Paul. Hoy pasaba por la entrada de un colegio de élite, para niñas ricas, en donde un gran cartel anunciaba el
400 aniversario de la fundación de las Hijas de la Caridad y se me han venido a la conciencia toda una serie de recuerdos, tanto positivos como negativos.
Sería excesivamente ingenuo si creyera que todos los que se adhieren a un carisma determinado, necesariamente, lo vivirán con la misma fidelidad e intensidad. Pero también pecaría de buena fe si creyera que los diversos carismas que contiene la Iglesia se practican con idéntica fidelidad a sus orígenes.
Y, efectivamente, en concreto las Hijas de la Caridad que hacen una inmensa y loable labor, también están salpicadas de grandes pecados y traiciones al carisma vicenciano que los responsables no han sabido atajar con celeridad, justicia y caridad en los momentos clave. Deseo pensar que si pongo en la balanza sus grandes obras caritativas hacia los más necesitados de nuestra sociedad y sus grandes pecados, se inclinará la balanza hacia las grandes obras , aunque enturbiadas en parte por su grandes pecados.
¿Y cuáles ha sido para mí sus grandes pecados?. Saber de primera mano que en los manicomios de siglo XX cometieron grandes atropellos administrando sus favores y sus acciones caritativas a los pacientes que, por su actitud sumisa, obedecían en silencio a su demandas, especialmente las religiosas (las de culto). Era una constante, aunque con excepciones extremadamente llamativas: hermanas justas, santas, que ejercían su trabajo con un inmenso cariño, tolerancia y comprensión . Como decía su fundador, hermanas con un inmenso amor afectivo y efectivo. Siempre me interrogué como podían convivir en una misma comunidad personajes amargados, tétricos y autoritarios con otros realmente santos.
En la misma línea crítica, ¿Cuántos niños y niñas recién nacidos se les ha robado a madres solteras para dárselos a familias adineradas que no podían tenerlos?. ¿Cómo podrán explicar a Dios y a su fundador estos atropellos tan repugnantes?. Ahora se dice que Dios es solo misericordioso . A mí personalmente me fastidiaría muchísimo que estos delitos contra la “Ley del Evangelio”, quedaran impunes. Y no lo digo por una sentimiento de venganza, sino de justicia.
Otro aspecto que me desasosiega bastante son sus instituciones docentes exclusivas, solo para niñas ricas. Algún día escribiré sobre los Escolapios, sobre la Salle, sobre los Salesianos y sobre los Maristas. Hoy toca decir que, en mis tiempos como becario que le gustaba las mejores condiciones para el estudio, he sentido y siento una inmensa rabia de ver como instituciones cuyo carisma originario da prioridad a los pobres, nos han negado a los pobres lo que les ofrecen a los ricos.
Algún día escribiré mi traumática experiencia personal sobre esta injusticia. Pero quiero terminar en positivo. Tengo la experiencia personal con la Familia Vicenciana de que cientos de niños y niñas de Sudán, que vivían como esclavos, gracias a ellos se pudieron comprar a su dueños y proporcionarles, cariño, comida y formación académica y profesional. Y otros miles de ejemplos parecidos. Sería injusto no reconocer su inmensa labor con los pobres y con los enfermos a lo largo de estos 400 años. Pero también es bueno, ahora que celebran su 400 aniversario, hacerles recordar que NO OLVIDEN SUS ORÍGENES CARISMÁTICOS,algo que tengo la impresión de que está sucediendo sin remedio.
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