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La pubertad y la adolescencia son etapas del desarrollo determinantes en la construcción de un proyecto vital de éxito
Joaquín Díaz Atienza, Presidente de JSM
Es una etapa difícil porque nos vemos en la necesidad de tomar decisiones por nosotros mismos. Los consejos de nuestros padres ¡ahí están! pero algo dentro de nosotros nos dice que debemos rebelarnos contra ellos, que no nos son válidos para las necesidades de autonomía que experimentos. Queremos ser nosotros mismos, decidir por nosotros mismos, a pesar de encontrarnos bastantes veces con un sentimiento de soledad que nos tortura:
Soledad, porque ¿cómo le cuento yo a mis padres estas inquietudes?. Ya lo intenté en alguna ocasión y se limitaron a decirme que eran tonterías. ¡Y es que se han vuelto viejos! solo entienden de estudios, que no fume, que no beba, que no salga y que no coja el móvil.
No sé qué me ha pasado. De pronto, casi de la noche a la mañana, me doy cuenta que los amigos de siempre, con los que me he encontrado tan a gusto, y he compartido tantas cosas, ya no nos relacionamos con la misma libertad y autenticidad que antes. Es más, aunque me cuesta reconocerlo, en mi interior, siento celos cuando mi compañero del alma, el de toda la vida, empieza a relacionarse con otros. Es una lucha interior que me tortura porque, por una parte, sé que es algo natural, normal, pero, por otra, siento miedo a quedarme solo. Lo presiento. Y es que, cada día me veo con más defectos, hasta incluso no me expreso como antes, me da miedo hacer el ridículo cuando hablo. Creerme que esto es un gran fastidio. Veo claramente como los demás son más hábiles que yo casi en todo.
También ha cambiado el patio del instituto. Antes jugábamos, ahora observo como mis compañeros está más interesados en ligar y en hacer comentarios sobre las compañeras que en jugar al futbol. También es otro problema, porque no me siento seguro cuando hablo con mis compañeras, y menos aún con una chica que me gusta. Me pongo rojo como un tomate cuando me habla o cuando tengo que decirle algo. ¡No lo puedo evitar! ¡va a pensar que soy gili!. ¡Cómo me gustaría parecerme a mi compañero! El sí que tiene cara. A mí me tiembla hasta la voz.
No me concentro en los estudios, si antes me despistaba, ahora ni te cuento. Me quedo delante del libro pensando más en cómo voy a solventar estos problemas que te he dicho que en estudiar. ¡No puedo evitarlo! Además, mis padres se han vuelto unos pesados. Están permanentemente insistiéndome en lo importante que es estudiar si quiero ser algo en la vida. Yo los entiendo, pero es que me tienen asfixiado. Estoy convencido de que si no fueran tan pesados, estudiaría más.
Además, mis padres quieren imponerme hasta los amigos. ¡Todos son malos! Solo están satisfechos, se les nota en la cara, cuando me ven con el empollón de la clase, con ese aburrido que no lo traga nadie. Me cae gordo, porque va vacilando de listo y, encima, es el que mejor le cae a las compañeras. Están asustados: que si fulanito fuma, que si menganito no estudia etc.. Encima, el otro día se chivó uno de mi clase y les dijo que me gustaba una compañera. Primero, el interrogatorio para, inmediatamente recordarme que estudie más ¡que es lo que me hace falta y que me deje de novias!
Como comprenderéis, mi vida es un problema. A veces incluso me entra la depre y me estoy horas y horas en la habitación escuchando música o simplemente mirando al techo.. Por cierto, que mis padres me lo hacen ver con cara de perro.