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Conseguir un buen autoconcepto en los adolescentes es el mejor camino para llegar a ser un buen adulto
Joaquín Díaz Atienza, presidente de JSM
Encerrados en nuestro microcosmos, los padres podríamos pensar que la adolescencia con sus crisis en un fenómeno universal. Nada más lejos de la realidad. Múltiples investigaciones en antropología social han puesto en evidencia que la adolescencia se expresa en cada cultura de forma diferente. Esta constatación es importante porque nos obliga a reflexionar acerca de qué falla en nuestro entorno, qué falla en el sistema, en las instituciones, qué falla en nuestra familia cuando la conducta de nuestros adolescentes no es la más deseada. Bien es cierto que en la adolescencia se experimentan cambios endocrinos, cognitivos y emocionales que la obligan a afrontar unas necesidades adaptativas bruscas para las que ni ellos, ni nosotros como padres, solemos estar prepararlos. No nos damos cuenta que la tranquilidad de la prepubertad no es eterna y nos coge desarmados, sin recursos para afrontarla porque las preocupaciones del presente no han producido una amnesia de nuestra propia historia.
No hay que desesperar, ni ver a los adolescentes de hoy como si fueran más complicados que hace unos años. Bien es cierto que han cambiado muchas cosas en nuestra sociedad, aunque no necesariamente para mal. Si sabemos hacer un buen uso de los avances en las nuevas tecnologías, la comunicación y el sentimiento de globalización que estamos viviendo, incluso podemos estar ante la más grande oportunidad de la historia para conseguir lo mejor de nuestros hijos e hijas.
Para que no nos sintamos culpables, ni incompetentes como padres, les transcribo literalmente lo que decía la UNESCO en 1968, por si os suena en el siglo XXI:
“Ni la actitud, ni el vocabulario creado en los años 60 parecen ser útiles a las realidades que se anuncian y que la juventud deberá afrontar en el próximo decenio. Las palabras clave a las que se deberá hace frente serán: confrontación-contestación, marginalización, contra-cultura, contra-poder, cultura de los jóvenes.. los jóvenes se percibirán como un grupo histórico e identificable.. Las palabras clave de los jóvenes en el próximo decenio serán: penuria, paro, superespecialización, inadecuación entre el empleo y la educación recibida, ansiedad, actitudes defensivas, pragmatismo, subsistencia y supervivencia.. Los años 80 impondrán a los jóvenes una crisis material, inseguridad económica, incluso de privación”.
Como puede leerse parece que estamos ante el eterno retorno, ante determinados ciclos de la historia que parecemos olvidar.
Vamos al tema
Algo nuclear en la adolescencia es la necesidad de separación-individuación con respecto a las normas y valores interiorizados a través de la educación de los padres a lo largo de la infancia. Superación de unos valores y unas normas que el adolescente considera obsoletos y el encuentro con uno mismo en una situación psicológica, cognitiva y emocional con bastante inestabilidad, que ha perdido los asideros de la infancia. Ha llegado el momento de aprender de los demás: de los compañeros, de los ídolos, y de los mitos. De esto tenemos que ser conscientes los padres, incluso mostrarnos un poco cómplices sin llegar ” a ser sus amigos”. No hay frase que más les moleste que aquella que dicen algunos padres “yo es que soy su amigo/a”.
Uno de los pilares sobre los que se irá instalando la separación e individuación del/la adolescente, aunque no el único, le llamamos autoconcepto. En definitiva la percepción y valoración que vamos construyendo sobre nosotros mismos, sobre nuestras capacidades académicas, sobre la familia, sobre los amigos y sobre nuestras propias emociones a lo largo de la infancia. Pero si en algo se caracteriza la adolescencia, es que se enfrenta a una nueva situación en donde el instrumento de medida que le era más o menos útil, debido a que se van a experimentar unos cambios físicos, sociales y de intereses personales radicalmente nuevos, ya no le sirve: físicamente ha cambiado, la forma de relación social exige otros parámetros, la familia deja de ser el referente de seguridad a dónde acudir y, además, sus intereses personales se encuentran bastante idealizados, más basados en mitos que en realidades. La adolescencia se ve, por tanto, confrontada a la necesidad de autoconstruirse, adquirir un buen autoconcepto y, por ende, una buena autoestima. Se trata de una nueva edificación cuyos materiales no dependen exclusivamente de él o de ella , pero de la que él quiere ser el arquitecto y el albañil. Como se comprende fácilmente, durante el proceso de construcción, se va a experimentar incertidumbre, ansiedad, miedos, “bajones” emocionales, rabia, contrariedad y frustraciones.
Los padres, ¿cómo sospechar una baja autoestima en la adolescencia?
Como en cualquier situación que requiera de soluciones, lo primero es un buen diagnóstico. Los/as adolescentes que presentan una baja autoestima, suelen gestionar mal sus emociones que se va a traducir en enfrentamientos, rabietas, manifestaciones exageradas de ira y oposicionismo. Se verá claramente que se muestran inseguros, que ante cualquier dificultad importante dudan de sus capacidades y que, por tanto las evitan y se sienten incapaces y ofendidos ante cualquier observación .
Tienden a responsabilizar a los demás de sus fracasos o falta de éxito, aunque en el fondo sufren porque se consideran incapaces. En sus relaciones sociales, suelen dejarse manipular por los demás, carecen de asertividad para hacerse valer porque están convencidos de que los demás les infravaloran. Esta situación de “fracaso” personal les genera ansiedad y frustración que proyectan hacia la familia con una actitud ambivalente: por un lado les gustaría contar con sus padres y, por otro, necesita independizarse de ellos.
¿Cómo puedo ayudarle?
Lo primero que se debe tener en cuenta es que la ayuda es un continuo, algo que debo mantener en el tiempo de forma tranquila y con esperanza. Es un proceso largo que nos exige paciencia y constancia. Aquí los frutos los recogemos al final, cuando observamos que han encontrado la estabilidad socioemocional apropiada. Por tanto, no es de una charla, ni de dos, ni de doscientas. Es mantenernos constantes y esperanzados el tiempo que haga falta.
Debemos transmitirle confianza y que vayan creyendo en su posibilidades. Con paciencia enseñarles a gestionar sus emociones negativas y, algo muy importante, incrementar sus capacidades empáticas para con los demás. Es muy importante que esto se construya en un clima familiar estable, en armonía y en donde la comunicación sea fluida y sincera.
Hay que mantener los límites, ya que ellos los necesitan, sin que nos produzca desconcierto su rebeldía, a la que debemos canalizar pacientemente. Hay padres que la viven como un reto, como un cuestionamiento de su autoridad y reaccionan de forma excesivamente autoritaria. Otro aspecto importante consiste en dotarles del pragmatismo, del realismo que le demandará la sociedad. Por ello, sin descalificarlos, nos propondremos como tarea a medio/largo plazo el que cambien sus proyectos idealistas y fantasiosos por otros más realistas.
Y, como siempre digo, esto es una carrera de fondo. No hay prisas, no es para hoy, sino un proyecto que va a durar mientras dure la adolescencia.