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Una historia real que he intentado mantener viva en el recuerdo de mis hijos
Conservo una imagen de mi infancia que siempre me ha acompañado durante toda mi vida. Era la noche de Reyes. Esperaba con impaciencia, con ilusión y algo de miedo que llegaran los Reyes Magos. Les había pedido un carro de bueyes de madera. Se acercaba la media noche y no podía dormir. Estaba en alerta intentado oír el caminar de los camellos y con la esperanza de que se detuvieran en mi casa para depositar mi carro de madera. Yo coloqué los zapatos y el agua en una ventana que daba a la casa de mi vecina. Mi madre preocupada porque yo no me dormía y la ventana estaba justamente en mi dormitorio. ¡Joaquín , duérmete que si no los Reyes Magos pasan de largo!. No podíamos verlos.De pronto, mi madre me llama para decirme que me fueran con ella, ya que los había oído caminar por la plaza del pueblo y si me veían despierto no dejarían mi regalo.
Bajé a la cocina. Pocos minutos después me dice que los ha oído. Presté atención y, efectivamente, yo también escuché el caminar lento de los camellos por mi calle. Segundos después subí a mi dormitorio, luces apegadas, a oscuras. Me acerque con ilusión y miedo a la ventana. Alargué la mano y sentí un miedo intenso. Al alargar la mano para ver si habían depositado mi carro de bueyes, toque la mano del que depositaba en aquel momento el juguete. Bajé corriendo la escaleras. Apenas podía hablar: ¡mama he tocado la mano del rey mago!. ¡A lo mejor no me deja nada!.
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Mi madre me tranquilizó, subió conmigo y, efectivamente, allí estaba mi carro de bueyes de madera. La alegría que sentí no puedo describirla, pero os aseguro que me ha acompañado toda la vida.
Yo soy uno de los que cree en los Reyes Magos porque rocé su mano con la mía. Nadie podrá decirme que no fue así. Nadie. A pesar de que mi madre y la vecina reían cuando yo les contaba mi experiencia.
Hoy, ya anciano, quiero agradecer a los Reyes Magos lo bien que me trataron. No sé si fue Gaspar, Melchor o Baltasar. Lo que sí sé es que los Reyes Magos existen porque yo toqué su mano.