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Esto es simplemente una reflexión personal sobre un problema de salud complejo, la anorexia nerviosa, en el que se entrecruzan muchísimos intereses perversos, algunas verdades y muchísimas mentiras.
Tal vez sea excesivamente claro, rayando la crudeza, pero lo que nadie podrá decirme es que no escribo lo que pienso.
Dediqué bastantes años de mi vida a ayudar a los pacientes con trastornos alimentarios. Por defender una asistencia integral contra las consignas de mis jefes se me persiguió (mejor dicho, se nos persiguió), se me marginó y afloraron los peores sentimientos e intereses en personas que deberían tener como primera obligación ayudar a los pacientes aunque, como se evidenció, en realidad lo prevalente para ellos fue mantener el poder, un raquítico poder cuando lo miras en perspectiva.
Por eso hoy toca reflexionar y escribir una carta a una paciente anónima que morirá y que nadie asumirá la más mínima responsabilidad. La llamaremos. María.
Querida María:
Te conocí siendo una adolescente. Te recuerdo muy guapa, delgada, muy buena persona, de un trato dulce y tranquilo. Adolescente ejemplar.
Te presentaste ante mi vida, angustiada, con un horrible miedo ante un peso que tu considerabas excesivo. De nada sirvió darte una información objetivamente científica que pudiera doblegar tu obsesión, tu certeza. Te veías con excesivo peso, y escuchabas mis argumentos con una clara expresión recelosa, todos estaban en contra tuya. ¡No entendías el cómo viendo tú con claridad tu sobrepeso, los demás estábamos empeñados en engañarte!.
¿¡Cuántas “peleas”, cuantas mentiras, cuantos intentos de manipular mis decisiones!?. Siempre tenías la excusa, que tu considerabas perfecta, ante tus pérdidas de peso. Te enfrentabas a mis requerimientos, me odiabas tanto como me necesitabas, y eso era el motivo por el que manteníamos nuestra relación terapéutica.
Después de algunos años y debido a intereses completamente ajenos a la asistencia médica y absolutamente perversos (diríamos, polítcos), ya no puede ser tu médico. Pero te he seguido, indirectamente, en la sombra, he sabido de ti. Porque, posiblemente, nadie mejor que yo haya sabido tan directamente de tus sufrimientos, del inmenso precio que has pagado a lo largo de tu vida debido a la maldita enfermedad. Como comprenderás, no puedo entrar en detalles ya que serías fácilmente identificable.
Pero sí quiero decirte que, tras las buenas palabras, los gestos y las promesas, para algunos/as colegas has llegado a ser una china en sus zapatos que han intentado quitarse a toda costa. Muchos/as son los que evitan hablar de tu caso. Lo han dado por imposible y tú te has aprovechado de ello.
Han dado “crédito” a los argumentos que tú y tu familia necesitaron inventar sobre las casusas de tu delgadez. Te has inventado enfermedades y ellos/as lo han “admitido” porque era la mejor forma de quitarse la china del zapato. De esta formas, te atenderían otros profesionales.
En tu camino, has encontrado profesionales que claramente se han declarado incompetentes, a otros les has producido una auténtica herida en su narcisismo profesional, y esto no se perdona. Así que, a la más mínima oportunidad, te han despedido. En salud mental se dice “te han derivado”. Has encontrado mesiánicos que creían, desde su propia megalomanía, que iban a ser los redentores de tu sufrimiento. Pero, cuando ven que la situación no responde a sus expectativas, te abandonan, igualmente.
Ahora, hoy, te encuentras en una situación médica en la que, en cualquier momento, puede producirse una parada cardiaca que terminaría con tu vida. Si, aunque tú no lo creas. Estás a punto de morir si no reaccionas, si los profesionales que te cuidan no reaccionan, si las condiciones en las que se están produciendo los cuidados sanitarios no son las apropiadas.
Quiero terminar, pidiéndote que reacciones. Que asumas que tienes una anorexia nerviosa restrictiva muy grave. ¡Déjate de autoengaños!. No tienes ninguna otra enfermedad que no sea consecuencia de la inanición propia de la anorexia y/o de la desnutrición crónica a la que llevas sometida desde tu adolescencia..
También quiero terminar pidiendo a los que te cuidan, que el único camino es la realimentación apropiada, en un ambiente hospitalario apropiado, con los recursos apropiados, y con la humildad profesional de que podemos conseguir aquello que nos es posible.
Y ALGO MUY IMPORTANTE, QUE LOS PROTOCOLOS ESTÁN PARA CUMPLIRLOS.