Acoso escolar

Los sótanos del acoso escolar

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Día Internacional del Acoso Escolar: Se necesita no solo visibilizar, sino también llegar a la raíz

Ya tenemos días internacionales para todos aquellos problemas políticos, sociales, educacionales y sanitarios sobre los que, ni los ciudadanos, ni las instituciones del Estado terminamos de dar una respuesta aceptablemente satisfactoria. El día 2 de mayo fue el Día Internacional sobre el Acoso Escolar. Su relevancia mediática fue escasa, si tenemos en cuenta el grave problema que representa. Como suele decirse popularmente, dos telediarios y gran difusión de declaraciones en donde los políticos se  echan piropos a sí mismos sobre las decisivas medidas  que se han tomado, se  está tomando o se tomarán. Otra demagógica farsa más de las muchas a las que nos vemos sometidos los ciudadanos en estos tiempos de posmodernidad consolidada .

No es mi intención describir los efectos psicopatológicos del acoso escolar sobre el que lo sufre que, incluso, ante situaciones de desesperanza total, pueden llevar al suicidio. Solo presentaré algunas pinceladas sobre situaciones familiares, en alumnos y profesores con las que en mi trayectoria profesional me he enfrentado. Que cada cual vea lo que desee en mis observaciones, pero les aseguro que se sustentan en situaciones reales.

Para empezar, ¿tenemos claro qué es el acoso escolar?

Definiciones hay muchas, cada una de ellas más enrevesada y que, a su vez, suelen venir acompañadas de los correspondientes cuestionarios para su evaluación en el ámbito escolar. También se no dice que cada centro escolar presenta sus medidas contra el acoso con una eficacia preventiva y terapéutica relativamente escasas para las víctimas, y muy positivas para la institución.

Decimos que un alumno o alumna es sometido a acoso, cuando por parte de otro alumno, o grupo de alumnos, es víctima durante un tiempo prolongado de comentarios o mofas degradantes, intimidaciones, aislamiento, agresiones verbales o físicas, con ánimo de hacerle sufrir o excluirlo del grupo, de forma intencionada y aprovechando, normalmente, algunos rasgos singulares del acosado. Deseo resaltar que una característica del acoso es su continuidad en el tiempo.

Por tanto, no es acoso el comentario degradante aislado, las agresiones físicas o verbales puntuales que con frecuencia se producen entre los alumnos y las alumnas. Los conflictos esporádicos son frecuentes en cualquier comunidad de la que no se escapa la Comunidad Escolar. Es muy importante hacer esta distinción si realmente deseamos controlar el auténtico acoso escolar.

¿Tenemos claro cuáles son los actores en el acoso escolar?

A continuación describo brevemente aquellas circunstancias familiares, las relacionadas con los profesores, la institución escolar y los alumnos -aunque con roles diferentes-  que favorecen la presentación del acoso escolar y que interfieren en cualquier plan que se desarrolle para atajarlo.

Analicemos cada una de ellas:

  • La familia
  1. Cada familia presenta en su seno sus propios valores y tiende a educar a sus hijos en función de los mismos. El niño o niña que crece en un ambiente educativo familiar basado en el egoísmo, en la falta de empatía social, en donde el respeto brilla por su ausencia y los conflictos se “solucionan” de forma autoritaria y agresiva, ese niño o niña tenderá a comportarse con sus compañeros siguiendo los patrones en los que ha sido educado: egoísta, caprichoso, insolidario, autoritario y desafiante frente a la autoridad. Estos alumnos son una fuente de conflictos y enfrentamientos, tanto con los compañeros (especialmente, con los que ellos consideran más vulnerables), como con los propio profesores. Bastantes de ellos se transforman en tiranos de patio. Raramente actúan en solitario. Por el contrario, normalmente, se apoyan en otros compañeros, suelen rodearse de los más débiles de forma ocasional o permanente, a cambio de inmunidad frente a sus agresiones. Amenazan, chantajean, desprecian y aíslan al acosado. Los padres, difícilmente reconocerán el comportamiento acosador de su hijo/a, calificando su conducta como “cosas de niños o adolescentes”, o bien culparán al acosado, e incluso a la propia institución.
  2. En familias que viven situaciones especiales (niños con dificultades temperamentales, de personalidad, psicopatológicas, dificultades cognitivas o motoras), nos encontramos con algunos padres que tienden a la sobreprotección de sus hijos y, de forma más o menos inconsciente, exigen al centro escolar y a los compañeros que adopten con sus hijos los mismos procedimientos sobreprotectores que ellos viene implementando en la familia. Exigen que la institución en su conjunto asuma los problemas de sus hijos o hijas y adopten medidas de protección que mimeticen las que ellos reproducen en el ámbito familiar. Suelen ser muy críticos, no tienen en consideración las dificultades propias de una institución plural exigiendo a los profesores y alumnos que actúen con respecto a sus hijos tal como ellos consideran lo apropiado. Estas exigencias, frecuentemente, indisponen a los profesores y a los compañeros, favoreciendo el aislamiento y el rechazo hacia sus hijos, algo que ellos viven como discriminación  o acoso  del que responsabilizan a la institución en su conjunto. Aquí nos encontramos con  los padres que no entienden las dificultades que sus hijos presentan para la convivencia y culpan a los profesores de incompetencia y a los compañeros de acosadores y discriminadores. Esta situación se produce de forma más manifiesta cuando sus hijos han sido diagnosticados por algún servicio sanitario.
    • Los profesores
  • Sobre los profesores y profesoras implicados en optimizar la convivencia en la comunidad escolar, nada que decir, porque este post se interesa más por aquellos otros que se caracterizan por su falta de implicación, quemados con los padres y quemados con algunos alumnos y alumnas debido a los problemas que presentan en el aula, aquellos que tienden a etiquetarlos negativamente delante de los compañeros sin ningún tipo de consideración y generando un estado de opinión desfavorable entre algunos alumnos y alumnas. Casi siempre indispuestos a colaborar y siempre dispuestos a marginar a todo aquel que no presente el perfil como alumno que él considera el apropiado.
  • Se les nota sus preferencias y no tiene ningún tipo de freno a la hora de explicitarlo en clase. Siempre dispuestos a justificar los embates de los acosadores sobre los alumnos acosados, con expresiones tales como “es que son disruptivos, molestos, malos estudiantes, son unos quejosos que no toleran “las bromas” de sus compañeros”. Niegan rotundamente la existencia del acoso y siempre lo valorarán como comportamientos “normales” entre alumnos. Incluso, en algunos casos, he observado que tienden a ocultar situaciones claramente comprometidas con tal de evitar las implicaciones personales exigibles.
  • Niegan a los padres que realmente exista lo que cuentan sus hijos, y siempre darán una versión minimizadora y, por supuesto, prometiendoles que desde ese momento se ocuparán de ello, “que no se preocupen, que harán un seguimiento especial de la situación”, que nunca llegan a realizar. Incluso, a partir de la queja de los padres, algunos realizan comentarios en público de forma burlesca y degradante sobre el posible acosado.

Si el asunto transciende más allá de su relación con los padres, se defenderán ante la dirección con todo tipo de argumentos. Son los profesores tóxicos, los que van a lo suyo y se implican nada o escasamente en los problemas del centro. Solo reaccionan ante las amenazas de posibles denuncias a la inspección o ante la fiscalía.

  • La institución escolar.
  1. Por pura homeostasis tiende a evitar el conflicto. Tiende a mantener el equilibrio y la armonía institucional por lo que suele negarlos. Cuanto más grave, mayor repliegue, más hermetismo, mayor autodefensa, menor transparencia. En el caso del acoso escolar, debido a la sensibilidad social, todos los miembros del staff, negarán, minimizarán y, solo ante las evidencias, reaccionarán de forma, la mayoría de las veces, protocolaria y sin tener en cuenta la singularidad de cada caso.
  2. Esto no quiere decir, que todas las instituciones escolares reaccionen como he descrito, aunque lo más habitual es que así suceda. No olvidemos que el alumno acosado es un problema, un garbanzo negro en una institución no capacitada para resolver determinados conflictos y que intenta a toda costa mantener el prestigio. De aquí que no sea extraño que el problema del acoso termine, en no pocas ocasiones, cambiando de centro escolar al acosado. “Excluyendo “al perro”, se acabó la rabia”, sin percatarse que la medida es “pan para hoy y hambre, mucha hambre, para mañana”.
  • Los alumnos
  1. No todos los alumnos tienen las mismas capacidades cognitivas, ni las mismas habilidades para afrontar los conflictos. No todos reaccionan igual ante las inevitables frustraciones que se derivan de las interacciones entre alumnos y entre alumno/profesor. Por tanto, aquellos alumnos con bajo rendimiento académico, con un temperamento excitable, sin las habilidades necesarias en la resolución pacífica de los conflictos, una pobre empatía y escasa tolerancia a la diversidad, configuraría un primer grupo de riesgo. No es infrecuente que este tipo de alumno, se alíe con otros compañeros con el mismo perfil. Ante el fracaso escolar, buscan otros escenarios en donde se viven como importantes, siendo uno de ellos el acoso.
  2. Los “listos”, los preferidos de los profesores, los que se viven como superiores al resto de compañeros debido al buen rendimiento académico, cuando carecen de empatía suficiente, suelen ridiculizar, mofarse, humillar a los compañeros que ellos consideran con pocas habilidades cognitivas y a los más timoratos. Cuando se transforman en acosadores, no suelen emplear la violencia física, sino el sarcasmo y los comentarios humillantes. Son sumamente peligrosos, ya que ante los profesores y los propios compañeros, son unos alumnos modélicos. Por ello, es muy difícil su detección.
  3. La orientación sexual. Lo más frecuente es que aquellos alumnos ( y en menor importancia, las alumnas) que presentan problemas de orientación sexual, sean víctimas de comentarios vejatorios y comportamientos excluyentes. Pero también he observado lo contrario: alumnas que en la pubertad han acosado a profesoras o compañeras y alumnos que han utilizado su orientación sexual para generar opiniones y comportamientos negativos hacia algunos compañeros, inventando un acoso hacia ellos que nunca existió.
  4. Como sucede con los problemas de orientación sexual, los alumnos con un trastorno pragmático de la comunicación social y los que padecen un síndrome de Asperger, suelen ser víctimas de acoso. Suelen ser víctimas de aislamiento social, de comentarios humillantes, de “bromas” que atentan contra su dignidad. Pero, en otros casos, lo menos, puede haber alumnos y alumnas que se victimizan, haciendo responsables a sus compañeros de acciones de exclusión o rechazo que no son tales. En su necesidad de comprensión y aceptación, culpan a los demás de sus propia incapacidad para mantener relaciones sociales satisfactorias.

En conclusión, si realmente deseamos mejorar el acosos escolar, es imprescindible personalizar cada caso y no establecer protocolos con contenidos teóricos excelentes, aunque sin alma, sin emoción y totalmente enajenados de cada realidad. Su tecnicismo conduce en la mayoría de las veces al fracaso.

 

ACERCA DE QUINO

Licenciado en Medicina y Cirugía y Doctor en Neurociencias por la U. de Granada Psiquiatra por la U. Pierre et Marie Curie - Paris; Psiquiatra Infanto-juvenil por la U. Pierre et Marie Curie - Paris; Master en Bioética; Master en Psicobiología y Neurociencia Cognitiva; Diplomado en Metodología de Investigación y Epidemiología (EASP- U. de Granada)

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