Impactos: 8
Ni yo mismo me lo creo. Hoy es una de las pocas veces que me siento solidario con la petición y las lagrimas de Pablo Iglesias durante su pregunta al ejecutivo de Mariano Rajoy, acerca de si se habían planteado retirar la condecoración al mérito policial a uno de los monstruos fascistas del tardofranquismo, el Sr. Juan Antonio González Pacheco. Un monstruo temido por todos los que luchamos por la democracia en este país en las décadas de los sesenta/setenta.
A finales de los sesenta tomé contacto con los grupos de oposición al franquismo en Böblingen (Alemania), emigrantes que, en su inmensa mayoría, pertenecían al PCE (Partido Comunista de España), ya que la oposición del PSOE brillaba por su ausencia. Nos dedicábamos a crear grupos de trabajo y a trasportar propaganda antifranquista a España. En alguna ocasión en la frontera franco-alemana nos registraron hasta las cajas de cerillas.
Volví a España, trabajando durante dos años en la construcción en Cataluña (Martorell, San Sadurní de Noya, Villafranca de Panadés, Pla de Santa María, Figueras, Lérida…) sin apenas actividad política, entre otras cosas, debido a la xenofobia por la que éramos discriminados por “los Torras” de aquellos tiempos (dormíamos en los barracones de Fomento y Construcciones, SA, Sala Amat, SA, Agroman …. Éramos unos indeseables, unos parias andaluces, extremeños…
Tuve que realizar el servicio militar en la Armada, en el CIM de San Fernando (Cádiz), allí estaban organizadas las células del PCE y del PTE, y participé activamente en ellas. Editábamos un periódico interno “El vigía” y nos hacíamos cargo de los reclutas nuevos que traían antecedentes políticos, ya que eran vigilados por los subinspectores camuflados como reclutas. Recuerdo que alguno de los que me tocó proteger ha llegado a ser Fiscal General de Andalucía y, en aquel tiempo, fichado por sus manifestaciones durante el Proceso de Burgos. Seguro que él lo recuerda, si lee este post.
Después, licenciado y de vuelta a Granada, participé en las huelgas de la construcción, tirábamos panfletos a altas horas de la madrugada por algunos barrios y escondíamos la propaganda del partido en casa de mi tía en Armilla.
Este recorrido biográfico lo realizo para que se entienda el por qué hoy comparto las lágrimas de Pablo Iglesias. En esos tiempos de inseguridad, de miedo, ¡mucho miedo!, aunque con una ganas enormes de traer la democracia a este país, resalta un monstruo conocido por todos nosotros, una bestia que hacía atrocidades con seres humanos, que los sometía a vejaciones, agresiones físicas, amenazas hacia ellos y sus familias, que realizaba las mayores aberraciones y torturas por el “gravísimo delito” de luchar por la democracia. El conocía perfectamente quién pertenecía a ETA, al GRAPO, al FRAP y quiénes solo repartíamos panfletos, participábamos en manifestaciones antifranquistas, sin más atentados que nuestras voces. Sin embargo, le gustaba ejercer su sadismo con cualquiera, indistintamente de su militancia y/o peligrosidad. UN BESTIA QUE NO PUEDE QUEDAR IMPUNE. YO SOY TESTIGO. DEBE PAGAR ANTE LA JUSTICIA TANTO SADISMO COMO EL QUE EJERCIÓ. NO PUEDE QUEDAR IMPUNE.