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La pedofilia y su consecuencia, la pederastia, crecen en Europa con expresiones muy variadas y de las que todos somos responsables
Estamos ante una nueva era o Nuevo Orden Mundial (NOM) en donde los postulados sobre los que asienta son seriamente preocupantes: la visión antropológica de W. Reich, Marcuse, Foucault y el feminismo radical, incluyendo la ideología de los movimientos lGTBI, nos están imponiendo de forma totalitaria una moral social e individual cuyas consecuencias sobre la infancia son aún imprevisibles.
Estamos ante la imposición de la ideología de género que, entre sus fines estratégicos, se han propuesto la «deconstrucción» de todos los valores tradicionales sobre los que hasta ahora se han apoyado las sociedades occidentales: la familia como estructura básica de la sociedad, la religión ( en espacial la cristiana) como expresión de los sentimientos de trascendencia del ser humano, los valores éticos tradicionales y, ante todo, la visión fluida del género. De hecho la ONU, a través de su nuevo Defensor Global LGBT, Vitit Muntarbhorn, defiende la existencia de hasta 112 tipos de género. Vitit es el encargado de la ONU para que se imponga la ideología de género en todo el planeta.
Los intelectuales de la Teoría Crítica, anteriormente citados, centran sus propuestas en una interpretación de la sexualidad radicalmente distinta a la propuesta por Freud. De un modo coloquial, para el que no conozca la psicología propuesta por Freud, les diré que para el fundador del psicoanálisis, el niño pasa de ser un «perverso polimorfo», es decir sin una orientación e identidad sexuales claramente definidas, a construir su identidad sobre la bases de las exigencias culturales y biológicas. Dar rienda suelta a las pulsiones sexuales sería lo que demanda el principio del placer, siendo el principio de realidad el que se impone y que sería el precio necesario para mantener el progreso, la creatividad artística y la cultura en general. Esto se consigue a través de algunos de los mecanismos de defensa del yo, como son, fundamentalmente, la represión y la sublimación.
Para Marcuse, por ejemplo, esto supone vivir en una sociedad represiva que aliena al individuo por impedirle la expresión libre de sus pulsiones, tal como, según él, se hallan en su naturaleza. El propone, absoluta libertad y que sea el principio del placer el nuevo motor del individuo en la tarea de construir una sociedad libre. Este posicionamiento antropológico, ya se reivindicó en las revueltas estudiantiles de mayo de 1968 en Francia, cuyos slogans lo dejaban meridianamente claro: «Cuanto más revolucionario soy más ganas tengo de hacer el amor” o “Inventa nuevas perversiones sexuales”.
Uno de sus protagonistas más destacados, el pederasta y ex diputado europeo, Cohn Bendit, dijo:
“Mi permanente coqueteo con estos niños adquirió de pronto una tonalidad erótica. Podía sentir perfectamente cómo las niñas de cinco años habían aprendido a excitarme. ¡Es casi increíble! La mayoría de las veces yo estaba un poco desarmado. (…) Me ha ocurrido varias veces que algunos niños me hayan abierto la bragueta y hayan empezado a acariciarme. Dependiendo de las circunstancias he reaccionado de diferentes maneras. Cuando lo querían, les he acariciado. Por ello se me ha acusado de perversión.”
La educación como factor de riesgo para la pederastia
La ideología de género se enseña en nuestras escuelas e institutos. Con la excusa razonable de evitar el acoso, la marginación y discriminación de los alumnos con orientación o identidad de género diferentes al binario (masculino vs femenino), se están impartiendo cursos y seminarios – en la mayoría de los casos por militantes del movimiento LGTBI, en los que se presenta la actividad sexual como algo sin límites, ni en cuanto a su materialización, ni en cuanto a la edad, ni en cuanto al objeto. De hecho, todos conocemos por la prensa como se les indica a los niños el cómo masturbarse y cómo reconocer en su cuerpo infantil los puntos clave de excitación sexual. La sexualidad se han transformado en genitalidad, sin que existan diferencias de fondo entre la «experiencia» sexual de un animal y la del ser humano. No es de extrañar: Es la gran propuesta de Marcuse, entre otros, cuando afirman que nuestra libertad comienza por transmutar el principio de realidad por el principio del placer. Y esta libertad es igual para el niño que para el adulto. Dice Marcuse: «El niño es un ser sexual, tanto como el adulto. Las sutiles diferencias entre ambos se deben simplemente a una asunto de edad, pero no de fondo». De esta forma, hemos liquidado de un plumazo la natural curiosidad infantil por el sexo y hemos pasado al acto. Les hemos robado todo un proceso de conocimiento y valoración necesarios para la madurez sexual y los hemos hecho consumidores directos.
El niño, la niña, así «educados», no es sorprendente que busquen ampliar sus conocimientos a través de las redes sociales, la visualización de vídeos de pornografía con contenidos de todo tipo: sexo entre padres e hijos, entre ancianos y jóvenes y así hasta cualquier tipo de perversión sexual, ¡perdón¡, quise decir de cualquier tipo de orientación sexual. No olvidemos que la ONU nos habla de 112 tipos de género, cada uno con su propia expresión sexual.
Tampoco es de extrañar que, en su búsqueda, contacten con redes de pederastas, los que ¡tanto aman a los niños!. Esos que se describen como «cariñosos, respetuosos, amantes de los niños y de las niñas».
Tampoco es de extrañar que, cuando esto sucede y los padres lo detectan, vengan angustiados a la consulta pidiendo ayuda1. Una ayuda difícil de proporcionar cuando son la escuela y en la sociedad en su conjunto las que permiten e inducen una tolerancia que ya solo angustia a los padres. Así tenemos que los abusos sexuales a la infancia, el inicio precocísimo de las relaciones sexuales, tanto con adultos como con sus iguales, comienzan a la edad entre los 11-12 años, es una lucha contra todo un sistema de pensamiento y de ética aceptados por una sociedad sin límites ni freno y centrada en el placer inmediato. Solo nos duele cuando nos toca directamente.
A modo de conclusión, la educación es fundamental para proteger a los niños y a las niñas frente a los pederastas. Pero, sin una educación coherente, realizada por profesionales «sin conflicto de intereses ideológicos», apropiada para la capacidad cognitiva y emocional de los discentes y sin banalizar la importancia de uno de los aspectos más importantes su futura personalidad, no solo no conseguiremos generar factores de protección y resiliencia, sino que les estaremos empujando a un precipicio que pondrá en riesgo su equilibrio emocional de por vida.
- Aunque cada vez menos. Los padres y la sociedad han interiorizado bastantes aspecto de esta nueva cultura.[↩]