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Lo sucedido en Concordia (Argentina) no fue un aborto sino un infanticidio del que nadie quiere ser responsable
Hay noticias que producen desasosiego, rabia, impotencia y una enorme nausea. Y lo que ha sucedido en el hospital Delicia Masvernat de Concordia, provincia de Entre Ríos (Argentina) es una de esas noticias restringidas al gran público, porque son escandalosas en sí mismas y nos dicen hasta dónde el ser humano puede llegar a ser miserable.
Una adolescente de 13 años ingresa en el hospital Delicia Masvernat en el servicio de pediatría por supuesta tumoración abdominal. Los pediatras diagnostican un embarazo, que la adolescente había ocultado reconociéndolo a posteriori. Pasa a obstetricia en donde se niegan a realizar un aborto, entre otras razones porque la evaluación obstétrica pone en evidencia lo avanzado del embarazo. En ese momento los padres alegan que el embarazo es el resultado de una violación, aspecto por el que, sin ningún tipo de denuncia previa, ni justificación, la embarazada tiene derecho al aborto según el Protocolo para la Atención Integral de las Personas con Derecho a la Interrupción Legal del Embarazo, conocida como Protocolo ILE. Ante la negativa de los médicos, interviene la jueza Belén Esteves y comunica que no es un caso judiciable puesto que entra dentro del Protocolo ILE y que, por tanto los médicos deben realizar el aborto.
Lo que sigue es conocido en Argentina, aunque la noticia ha sido poco difundida a nivel internacional. Los médicos tenían sus dudas sobre la edad gestacional: si la edad gestacional era igual o inferior a 20 semanas, el feto sería inviable, así que lo dejaron sobre la mesa de parto esperando que muriera a los pocos minutos. Lo que no sabían es que era viable porque la adolescente estaba en el 5º mes de embarazo. Por supuesto, no se llama al equipo de neonatos puesto que se trataba de un aborto. Sin embargo, la desagradable sorpresa surge cuando presencian que el recién nacido continúa viviendo sin que nadie se atreva a hacer nada, ni por matarlo, ni por salvarlo. Son momentos emocionalmente muy duros, tanto para los médicos, como para la enfermería. Es duro presenciar la muerte lenta de alguien que luchó durante diez horas por sobrevivir.
El hospital se defiende. No sabían con exactitud la edad gestacional, ni que existe un Protocolo que no respeta la vida de un recién nacido en determinados supuestos e independientemente de la edad gestacional. Tampoco quedó claro que fuera una violación, ya que los padres lo comunicaron a posteriori. Solo sabían que la chica de 13 años mantenía una relación con otro menor.
La juez se defiende. Simplemente se limitó a informar que no era un caso en donde ella tuviera que intervenir, ya que el Protocolo ILE lo deja bien claro en los casos de violación, no se necesita ni denuncia, ni justificación. Solo la palabra de la embarazada. Algo que conduce a que el feto tenga menos derechos que un violador.
Los políticos se defienden alegando que los derechos al aborto de cualquier menor que haya sido fecundada por violación priman por encima de cualquier otro, independientemente de que sea cierto o no.
La realidad es que nadie sabía que la menor había sido violada, que ese argumento se utiliza a posteriori, y que un recién nacido, un niño, un ser humano, muere lentamente durante diez horas en la frialdad de un paritorio, abandonado por los médicos, por la justicia y por el Estado en base a una ley absolutamente reprobable. Una ley que habla de derechos humanos y que solo respeta a una de las partes, precisamente a la parte que tiene capacidad para decidir, incluso para manipular la información, porque nadie le pide justificación, y así obtener el beneplácito para que se cometa impunemente un crimen.
Apoyo bibliográfico
Protocolo sobre la Interrupción Legal del Embarazo (ILE)