Visitas: 138
El tratamiento de los trastornos alimentarios anorexia nerviosa y bulimia nerviosa una tarea compleja saturada de tópicos y discursos oportunistas
“Mamá, ¿por qué ya no puedo llorar ni reír?”… Me pide que, por favor, la deje morir, que ella no quiere seguir viviendo así… Yo le digo: “Cariño, ¡Jamás voy a dejar que te apagues! ¡Te prometo que volverás a vivir!
Patricia Cervera, madre de una paciente con anorexia nerviosa mayor de 18 años, inicia una recogida de firmas en Change.org con la finalidad de demandar a la administración andaluza la apertura de Unidades Especializadas para Adultos. Alega que el 70% de las pacientes con anorexia y bulimia son mayores de 18 años. Una verdad que desearía matizar con la sola intención de despertar en los padres con pacientes menores de esta edad que la reivindicación por un tratamiento especializado debería establecerse para todas las edades. Si sabemos que el 95% de los casos de trastornos alimentarios comienzan en la pubertad y adolescencia, ¿qué significa que el 70% de los casos son mayores de 18 años?. Sencillamente, que solo superan la enfermedad el 30% de la incidencia con la evidente cronificación del otro 70% (prevalencia, supuestamente tratada previamente).
Cronificación de los trastornos alimentarios anorexia y bulimia
En una revisión bibliográfica de Ignacio Jaúregui Lobera 1 nos presenta los resultados siguientes, tanto para la anorexia (tabla 1), como para la bulimia (tabla 2).
Tabla 1. Cronificación de la anorexia nerviosa
Tabla 2. Cronificación bulimia nerviosa
¿Qué podemos deducir de estos resultados?. Lo primero que observamos es el aparente peor pronóstico que presenta la bulimia nerviosa respecto a la anorexia nerviosa. Digo aparente porque, si controlamos los resultados por el tiempo de seguimiento situándolo alrededor de los 10 años, la anorexia nerviosa se cronificaría el 11,8% y la bulimia nerviosa el 9%. Lo que queda claro en esta revisión es que hablamos de seguimientos superiores a los 3 años. Este dato justificaría el dato de que el 70% de los pacientes tienen más de 18 años, así como la necesidad de una continuidad de cuidados terapéuticos que justificaría la creación de Unidades Específicas si realmente deseamos optimizar los tratamientos.
Esto es así en la medida en que se proporciona los mismos recursos humanos facilitando la relación terapéutica y que se pueda actuar con mayor conocimiento de cada paciente respecto a sus vulnerabilidades y a sus fortalezas. En mi humilde opinión, la posibilidad de dotar de estabilidad en el tiempo a la relación terapeuta/paciente es fundamental. Aún más, a veces se ven necesario los cambios de terapeutas y esta medida es inmejorable si se realiza dentro de un equipo estable en el tiempo, ya que facilita un profundo conocimiento de los pacientes por parte de todo el equipo, independientemente de quién sea el terapeuta de referencia asignado.
Alimentación, familia y cronificación
Solo pretendo reafirmarme en varios aspectos que sistemáticamente se repiten en el proceso de tratamiento:
– Unos padres preocupadísimos por algo que no terminan de entender; una enfermedad “absurda” en una hija absolutamente normal y ejemplar hasta el preciso momento en el que aparen los síntomas. ¡No puede ser!, repiten con frecuencia. Se informan y aparece los primeros mecanismos de defensa: la minimización o. lo que es más grave, la negación de que a su hija le pueda suceder un problema tan grave. Necesitan creer a su hija y no saben que, una vez instaurado el problema, su hija mentirá, manipulará, minimizará, justificará y se instruirá a través de las múltiples webs y foros en donde se da las oportunas instrucciones para conseguir sus objetivos, todo al servicio de darle continuidad a su enefermedad frente a la información que se le proporciona por parte de los padres y de los profesionales.
Cuando, a la mayoría de los padres, se les comunica la importancia del problema y se les exige una supervisión exhaustiva, así como poner en cuestión la mayoría de los argumentos de su hija, se revuelven y se enfrentan al terapeuta. ¡No puede ser que una hija ejemplar, pueda experimentar un cambio tan radical!. ¡Exageraciones!.
Por ello, es fundamental el trabajo con los padres para que interioricen que, desde que comienza el trastorno alimentario, es “otra hija”.
– Conseguir la normalización de la ingesta alimentaria y mantenerla es fundamental. No podemos dejarnos llevar por sus negociaciones, por la presión durante cada comida y que puede llegar a ser insoportable. HAY QUE CONSEGUIR UN ESTADO NUTRICONAL Y DIETÉTICO normalizado. Lo contrario es mantener en el tiempo una desnutrición, más o menos importante, que incrementará la obsesividad anorexígena. Creo que es uno de los factores, conjuntamente con las conductas purgativas, que más contribuyen a la cronificación. Por supuesto, el Índice de Masa Corporal (IMC) hay que calcularlo, no en base a las tablas al uso, sino adaptarlo al peso premórbido de cada paciente.
En este aspecto entra la responsabilidad y conocimiento de los profesionales. No podemos atenernos a los indicadores del IMC como criterios para la valoración clínica o como indicador de ingreso hospitalario. Debe ser un objetivo personalizado para cada paciente.