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Hay bastantes intereses en que el día de la familia pase sin pena ni gloria a pesar de ser el salvavidas de las grandes crisis individuales, sociales y económicas
Por intereses estrictamente ideológicos, estamos debilitando la fortaleza de la estructura social básica por excelencia que es la familia. Siempre que el ser humano se ha tenido que confrontar a crisis personales de especial dificultad, ahí ha estado la familia para lanzar el salvavidas. Cuando la crisis económica ha golpeado a la sociedad, ahí ha estado la familia para arrimar el hombro y socorrer como mejor han podido al miembro que lo ha necesitado: padres, abuelos, hermanos, etc. Todos intentado aliviar y socorrer al que lo necesita, tanto con el apoyo económico, como el emocional y social.
Sin embargo, la familia no se decide por decreto. Para que la familia pueda constituirse es necesario establecer, mantener y alimentar unos vínculos emocionales intensos entre sus miembros. El vínculo es la columna vertebral que favorece la solidaridad incondicional entre sus miembros y el apoyo mutuo en situaciones de necesidad. Vínculo basado en el amor y cuyo establecimiento se inicia en la infancia, generando un sólido sentimiento de pertenencia dificilísimo de eliminar. Será la administración de los afectos, su mantenimiento en situaciones difíciles, su incondicionalidad, las características del apego seguro, base de nuestra propia seguridad como personas sociales. En la familia nos sentimos seguros y apoyados. Por ello, en situaciones difíciles volvemos a ella buscando la solución que necesitamos.
Los que tenemos una cierta edad, tuvimos la suerte de haber nacido y crecido en lo que se entiende por familia extensa: padres, hijos y abuelos. Una estructura en donde el apoyo y el cariño mutuo se respiraba en el ambiente y prevalencia por encima de las crisis habituales en una estructura intergeneracional. Si un niño crece en un ambiente como el descrito, siempre que sea armónico, su formación como ser humano será insuperable. Sus sentimientos de empatía, de solidaridad, de compresión social, no podrán superarlos ninguna enseñanza escolar, ni social.
Yo no creo en las familias, creo en la familia, en esa que está constituida por un padre, una madre y unos hijos. Es el referente, el paradigma de familia. Es cierto, que en la sociedad actual, sea por las nuevas dinámicas laborales, sea por cuestiones ideológicas o culturales, sea por acontecimientos intrafamiliares, nos encontramos con la existencia de muchos modelos de convivencia: familias homoparentales, familias monoparentales, familias adoptivas, familias de acogida, etc. Pero sea como fuere, ninguna de ellas podrá proporcionar las ventajas socioemocionales, de seguridad y positividad para el desarrollo integral de los hijos que la familia llamada nuclear y extensa. Pero además, la base de la futura solidaridad entre sus miembros, la identidad fuerte como miembro, solo se establece de forma estable en el ámbito de las familias nucleares, en las familias, tal como las que hemos tenido la suerte de disfrutar, sobre todo en la cultura mediterránea. El apoyo que los hijos, u otros miembros, reciben en el ámbito de la familia, es difícil de entender por alguien que haya nacido y crecido en Centroeuropa o EEUU.
Por ello, un canto a la familia tradicional, a ser posible con miembros intergeneracionales (padres, hijos, abuelos), con fuertes valores éticos que consoliden los sentimientos de pertenencia, de seguridad, de solidaridad, de respeto y amor entre sus miembros.
Esta es la familia que he vivido, que ahora vivo y que defiendo.