Impactos: 56
Se nos pone cara de bobos ante la realidad de una infancia cada vez más desprotegida frente a la pornografía en nombre de la libertad sexual y la autonomía del menor
Nos encontramos ante una situación de descuido hacia la educación de nuestros hijos e hijas sin precedentes. Ni en la época grecolatina de mayor perversidad se producían los abusos contra la infancia a la que estamos asistiendo hoy día. Las Redes Sociales e Internet son las grandes facilitadoras de esta preocupante situación. Ni los padres, ni los profesores se encuentran con los instrumentos necesarios para hacer frente a la pornografía que destrozan los cerebros inmaduros de nuestros hijos.
El más poderoso será aquel que consiga que estemos a expensas de nuestros instintos más básicos, en tanto que el poderoso gestiona racionalmente los suyos
En las consultas de salud mental infanto-juvenil se ven confrontados cada vez más ante situaciones psicopatológicas consecuentes a la hipersexualización de niños y niñas de la etapa de infantil: tocamientos, felaciones, imitaciones de actos sexuales entre niños y niñas de cinco y seis años, no son episodios extraños o aislados.
Una profesora de segundo de primaria descubre como una alumna de ocho años introduce la palabra follar en Google. ¿Qué haces?, le pregunta. Es que me los ha dicho María, responde la alumna. Esta es la primera entrada que encontrará en Google (Figura -1)
Nos podríamos preguntar sobre el impacto psicológico en el cerebro de una niña de ocho años que este tipo de imágenes y videos puedan producir. Habrá quien minimice las consecuencias este hecho real, quien se escandalice, quien haga como el avestruz y no quiera saber nada. La realidad, es que es sumamente difícil, si no imposible, controlar estas actividades. Detrás de estas páginas web se refugian muchos miles de millones de euros que enriquecen a grandes lobbies de desaprensivos. Corrientes ideológicas que ocultan, cuando no es que lo favorecen esta clase de accesos con el objetivo de rebajar la sexualidad a la categoría de instinto que no debe ser reprimido, sin importar la edad y, por tanto, la capacidad emocional y cognitiva de un niño o una niña, para realizar un juicio razonable sobre las consecuencias.
¡Eso sí! Todos, supuestamente, se escandalizan; proponen que se eduque a la infancia cuanto más precozmente mejor, en la creencia errónea de que la simple educación a edades tan tempranas irá acompañada de los instrumentos cognitivos y emocionales para poder prevenir y auto- protegerse. Olvidan que la curiosidad infantil es mucho más poderosa que el peligro de una exposición tan precoz a escenas pornográficas en donde la falta de respeto por la mujer, la agresividad y la violencia, el incesto, la zoofilia y las relaciones inter- generacionales, prevalecen sobre cualquier otra consideración. (Figura 2)
Se están produciendo cada vez más casos de niños y niñas de edades entre los 7 a 8 años en adelante en los que una exposición tan temprana a la pornografía, producen verdaderos traumas emocionales casi equiparables a los síntomas de un estrés postraumático.
- Cambios bruscos de la conducta: irritabilidad, oposicionismo, mentiras, aislamiento…
- Cambios emocionales: humor expansivo o tristeza, llantos inexplicables, reacciones inestables del estado de ánimo. Ansiedad.
- Obsesiones relacionadas con el sexo que les lleva a una actividad casi estereotipada relacionada con la búsqueda de información pornográfica; discurso monotemático que, en ocasiones, produce el rechazo de los/as compañeros/as y que los deja expuestos a una amplia variedad de riesgos psicosociales: abusos y agresiones sexuales por compañeros o adultos.
- Alteraciones psicofuncionales: alteración del sueño, alteración del apetito, cefaleas….
- Víctimas de acoso escolar o acosadores. Fracaso e inadaptación escolar..
¿Qué se puede hacer?
A estas alturas, muy poco. Puedo parecer excesivamente pesimista, pero se necesitaría un cambio radical del paradigma moral sexual que actualmente es predominante en nuestra sociedad y ese cambio, hoy por hoy, solo tiene opositores.
Los niños y niñas tienen acceso sin control a Internet y Redes Sociales. Este tipo de actividad se ha impuesto de tal manera que ha calado incluso en la familias y en los centros escolares.
La presiones a favor de la hipersexualización de la infancia son mucho más poderosas que la racionabilidad y la sensatez que intenta regularla . De nada sirve que cada vez un mayor número de investigaciones nos informen de las consecuencias graves para el desarrollo socioemocional de la infancia. De nada sirve proponer un acceso restringido a nuestros niños a la pornografía, porque existen poderes bien organizados que se oponen activamente a esa regulación en nombre de la libertad. Incluso, algunos hablan de “autonomía del menor”, olvidándose que la “autonomía” sin capacidad emocional y cognitiva para gestionarla, no es autonomía, no es libertad, no son derechos, sino una auténtica esclavitud.
El más poderoso será aquel que consiga que estemos a expensas de nuestros instintos más básicos, en tanto que el poderoso gestiona racionalmente los suyos.