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La necesidad del apoyo familiar para que la Anorexia Nerviosa y otros trastornos alimentarios evolucionen favorablemente
Escrito de una paciente en donde describe el inicio y la evolución de su anorexia nerviosa: Mantener la esperanza es siempre fundamental para el éxito terapéutico
Reflexión sobre mi identidad, construcción de la historia de mi vida
Mi vida da comienzo con mi nacimiento. Fui una niña muy esperada, querían darle una compañera de juegos a mi hermana María, con la que me llevo cuatro años, por lo que mi llegada fue recibida con mucha emoción. Pasé mis primeros 6 años viviendo en Almería capital, en una casa junto a la playa, por lo que tengo muy buen recuerdo de todos mis veranos. Tuve la suerte de vivir en el mismo edificio que mis primas (cuyas edades son muy cercanas a las de mi hermana, por lo tanto, era la pequeña).
Mi madre padece una enfermedad rara (sensibilidad química múltiple) y durante esos años le atormentó más. Buscaron muchas alternativas frente a los tratamientos médicos que no le aportaban ningún tipo de avance, hasta que encontraron la solución que creyeron mas apropiada: trasladarnos a un pueblecito chico dentro de la provincia de Almería (siguiendo así cerca del resto de la familia), pensaron que las condiciones ambientales libres de contaminación le beneficiarían. Daba paso a una nueva etapa de mi vida. La llegada la recuerdo como algo muy especial, puesto que mi preocupación por la salud de mi madre era bastante grande, y como yo sabía que lo que necesitaba en parte era aislarse de la ciudad, pedí por reyes una casita para todos, y tiempo después así sucedió, deseo concedido. Mi hermana y yo nos inscribimos en el colegio y los niños del pueblo no tardaron en abrirnos sus brazos, gente muy honesta, por cierto, de los que he aprendido muchos valores. En esta etapa se intercalaron periodos en los que mi madre empeoraba, sin encontrar tratamiento en España, tenía que ser ingresada en Inglaterra durante periodos de varias semanas. Durante estas semanas, nosotras vivíamos con mi tata, que siempre ha sido parte de la familia (la pata que hace que la mesa no cojeé). Mis padres se han esforzado siempre en que mi hermana y yo fuésemos muy felices y sin duda hicieron que esta etapa resultase sencilla para todos (como dicen, el amor lo puede todo). El pueblo donde pasamos estos años, me ha dado la infancia perfecta, así como grandes amigos y una libertad que en esa edad pocos pueden experimentar. Me llamaba mucho la atención que allí nadie cerrase la puerta con llave al salir y que incluso me pudiese ir a jugar sola con las bicis sin padres.
Tras esta etapa de la que he sacado siempre lo mejor, que no es poco, da comienzo a mi segundo gran cambio. Mi madre se puso fuerte y sana, por lo que volvimos a Almería (momento idóneo porque yo justo empezaba el instituto y mi hermana bachillerato). No acogimos el cambio con miedo, sino con mucha ilusión. Hice amigos muy rápido y me adapté tan bien que mis padres apenas lo creían. Aunque por otro lado empezaba la adolescencia y con ella los cambios que conlleva. Imagino que ha sido una etapa poco fácil para mis padres, yo en ese momento me encontraba bastante desorientada conmigo misma y con lo que quería conseguir con mi vida, así que me revolucioné un poco con el mundo (mi madre incluso bromeaba llamándome agustina de Aragón, nótese el carácter).
Yo encontré una gran ilusión: irme a estudiar a Sevilla y esa ilusión se tradujo en felicidad a lo largo de todo el proceso (es como un viaje, no disfrutes solo cuando llegues, disfruta incluso cuando tienes que preparar el equipaje, forma también parte del viaje)
Cuando aún estábamos en el pueblo, mi hermana se fue un curso a vivir a Estados Unidos con una familia, experiencia que siempre me había recomendado. Ahora mis padres, estando yo en cuarto de la ESO, me ofrecían esa oportunidad a mí, así que sin dudarlo me preparé para iniciar mis estudios de primero de bachillerato allí. Esta decisión ha traído muchas consecuencias en mi vida, ahora tengo otra concepción de las cosas y posiblemente si hubiese tenido la misma madurez en ese momento, todo hubiese sido diferente, pero como dicen, de los errores se aprende. Es así como comienza lo que yo clasifico como la tercera etapa de mi vida, posiblemente una de las más angustiosas por la forma en la que la viví.
En el verano previo a mi partida hacia los Estados Unidos, comencé a tontear con los trastornos de la conducta alimentaria, ya que nunca me había sentido realmente satisfecha con mi cuerpo y tenía muchos conflictos internos sin resolver (pese a que mis padres hubiesen estado siempre pendientes de ello, a lo que incluye psicólogos desde que era bien pequeña). Cuando llegué, el TCA se manifestó con la cara de la bulimia, más fuerte que nunca, impulsado por las malas costumbres alimentarias que tenía mi familia de acogida. Pasé un periodo de ocultación y depresión, hasta que mis padres sin ser todavía realmente conscientes de lo que vendría, se enteraron y me trajeron de regreso a España (solo pasé allí un mes). Tuve suerte de volver a finales de septiembre por lo que pude retomar bachillerato sin problema, ahora las dificultades eran otras. El TCA cada vez manifestaba más caras, y como era de esperar, aunque yo no lo creyese fui llevada a tratamiento y posteriormente hospitalizada durante un mes. Esto lógicamente afectó a mis estudios y a todos los aspectos de mi vida, que en un soplo había logrado desestructurarla por completo. Cuando me quise dar cuenta era una auténtica anoréxica. Siempre he sido una niña muy constante y disciplinada, por lo que cumplía los objetivos que me planteaba en muy poco tiempo, teniendo que proponerme nuevas metas, cada vez en intervalos más cortos de tiempo. Yo quería ser la mejor anoréxica del mundo, y al poco tiempo la desesperación se tradujo en autolesiones y demás, esto conllevaba ingresos constantes (fue un año donde pasé más tiempo hospitalizada que en el instituto). La niña risueña y feliz se disfrazó de pena y soledad. Mis padres ahora, desesperados creyeron conseguiría apoyarme de nuevo en la familia, valorar la vida y salir de la enfermedad. Pero no fue así, esto ha supuesto un largo periodo de lucha y sufrimiento que continuó durante segundo de bachillerato también, encontrando poco a poco pequeñas mejoras que ayudaban a continuar el indeciso camino hacia la salida. Mis padres siempre me han manifestado encontrase muy orgullosos de mi por ser capaz finalmente de haber aprobado todas en ese año pese a las circunstancias. Es cierto que segundo de bachillerato resultó mucho más fácil porque ahora mi principal objetivo se focalizaba en la nota media para poder estudiar psicología, y en la segunda mitad del curso mejoré a pasos agigantados.
El momento de la graduación lo recuerdo como algo muy especial, ya que nadie esperaba que fuese capaz de lograrlo. Además, me despedía de mi tutora, quien tanto cariño me dio. Mi hermana que estuvo estudiando en Canadá volvió, y a partir de ese momento las cosas empezaron a volver a funcionar. Los llantos volvieron a ser risas y las lágrimas sonrisas. La felicidad volvió a instaurarse en mi vida, siendo su llegada bastante repentina y sin un porqué concreto. Siempre he intentado encontrar una respuesta, para así poder ayudar a los demás y encontrar la clave de la felicidad, para recordarla siempre, pero realmente las cosas son mucho más sencillas de lo que creemos. No tengo una conclusión, no puedo describir el momento exacto al cambio ni el detonante que lo hizo llegar, pero si creo que dejarse llevar y disfrutar simple y llanamente de las cosas, dan felicidad. Hay muchos libros “en busca de la felicidad”, pero no es un camino escrito y definido, cada uno encuentra placer en cosas diferentes, solo hay que permitirse a uno mismo disfrutarlas. Yo encontré una gran ilusión: irme a estudiar a Sevilla y esa ilusión se tradujo en felicidad a lo largo de todo el proceso (es como un viaje, no disfrutes solo cuando llegues, disfruta incluso cuando tienes que preparar el equipaje, forma también parte del viaje).
Me aceptaron el sueño y la libertad absoluta, y una vez más, deseo concedido.
Así comienza una nueva etapa de mi vida, etapa en la que me siento una mujer realizada, madura y construida, aunque también con mucho por lo que aprender. Espero que la experiencia y la felicidad siempre me acompañen.