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La necesidad del veto parental surge cuando se pretende adoctrinar a los alumnos con contravalores que se distancian significativamente de los valores tradicionales
La educación sexual en la escuela
Quiero comenzar con una anécdota biográfica como medio para expresar el cómo ha evolucionado la educación sexual desde mi infancia (actualmente tengo 69 años)1 en un entorno rural, hasta nuestros días.
Los niños, exclusivamente los varones, más pequeños nos relacionábamos con los mayores en pequeños grupos. Nos escondíamos entre los olivos y los naranjales de los arrabales de mi pueblo. Allí, siguiendo todo un ritual, los mayores nos “instruían” en lo que era “la sexualidad puberal”. Nos enseñaban orgullosamente a los más pequeños los primeros caracteres sexuales secundarios que iba presentando su cuerpo (crecimiento del pene, el vello púbico, y las primeras erecciones provocadas intencionadamente). Los más pequeños observábamos con ojos como platos y con envidia, creyéndonos todas las historias que nos contaban relacionadas con aquel extraordinario acontecimiento de la naturaleza y las nuevas y fantásticas posibilidades que se abrían en la experiencia sexual con las niñas de nuestro entorno, posibilidades más fantásticas que reales, pero que nos ilusionaban tanto como nos gustaba escucharlas. Esta actividad se realizaba con el sentimiento de que estábamos haciendo algo prohibido, que era pecado. Por ello, guardábamos un secreto absoluto. Nadie conocía estas actividades.
Cuando los grupos eran mixtos, aunque con las resistencias lógicas del que está convencido de que se estaba cometiendo un pecado mortal y que, de enterarse nuestros padres, seríamos castigados, nos explorábamos mutuamente y nos sorprendíamos de cómo había niñas en el grupo sin caracteres sexuales, en tanto que a otras les crecían la mamas y aparecían los primeros signos del desarrollo puberal. Los pequeños sentíamos envidia de los mayores y hacíamos cuanto nos decían para acelerar nuestro propio desarrollo. Recuerdo que una de las recomendaciones era frotar una corteza de tocino en el pubis y las axilas para que nos creciera más rápidamente el vello. Todo mentira, pero nos aliviaba pensar que ello era cierto porque así aceleraríamos nuestro propio desarrollo.
Conforme crecíamos, nuestra actividad sexual se limitaba a los besos y a acariciarnos aquellos partes de nuestro cuerpo que nos producía placer. Llegar a realizar un coito con penetración era algo absolutamente prohibido y así lo teníamos asumido ellas y nosotros. La virginidad tenía un valor social inmenso, por lo que ninguna adolescente se exponía a perderla. Cuando ello sucedía, generaba un trauma de consecuencias personales impredecibles.
Hoy día se enseña en los colegios aspectos del desarrollo sexual a los que nosotros no podíamos tener acceso. Se adquiere un conocimiento más objetivo y se procura que los alumnos crezcan sexualmente sin los sentimientos de culpa con los que nosotros crecimos. También adquieren unos conocimientos sobre los riesgos que comportan determinadas actividades sexuales: embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, la higiene relacionada con la actividad sexual, etc.. En este sentido, creo que, si bien se abordan muy bien los aspectos evolutivos y preventivos de la sexualidad y sus consecuencias negativas en el ámbito social, no valoran en profundidad la dimensión afectivo-relacional que implica la actividad sexual, incluso determinados enseñantes, intentan desprestigiar algo tan propio y estructurador de la personalidad y del desarrollo de la empatía en la adolescencia, como el binomio sexualidad/emoción. Lo denominan despectivamente el “amor romántico” sin saber que es una de las experiencias emocionales y sociales más bonitas de la adolescencia. En definitiva, creo que la técnica y la fisiología deben ir acompañadas de la otra gran columna que sostiene la sexualidad como instrumento privilegiado de la sociabilidad. A saber, la ensoñación, la fantasía y el sentirse correspondido y amado, no solo objeto de deseo.
Por tanto, hoy se enseñan en la escuela unos conocimientos mucho más completos y objetivos que aquellos que se adquirían en el anonimato y siempre mediados por el sentimiento de culpa derivado de una mentalidad católica, hoy superada.
Entonces, ¿por qué el “Pin” o Veto Parental?
Porque a través de la enseñanza de la sexualidad se están introduciendo unos contenidos ideológicos con los que gran parte de los padres no están de acuerdo. Enseñar sobre sexualidad no es lo mismo que enseñar matemáticas, física o geografía. Son contenidos objetivos con los que el 100% de los padres estarán de acuerdo. Son los que son, aquí y en Pernambuco. Sin embargo, hay otras materias que se prestan con más facilidad a su utilización partidaria como la historia. Un ejemplo de adoctrinamiento a través de la historia lo tenemos en algunas Comunidades Autónomas. ¿Enseñar nutrición puede ser positivo para los alumnos?. Todos coincidirían en que sí. ¿Decir a unos adolescentes que la mejor forma de alimentarse es ser vegano estricto o ético?. No. Sencillamente, porque no hay investigaciones científicas concluyentes que así lo hayan demostrado y, por el contrario, en la edad puberal y primeras etapas de la adolescencia puede ser un importante factor de riesgo para los trastornos alimentarios.
Entonces, ¿Qué problemas específicos presenta la enseñanza afectivo/sexual para que haya padres y partidos políticos que exijan el veto parental?. Como todos sabemos, el sustrato ideológico en el que se basan los contenidos es la ideología o perspectiva de género. ¿Y cuáles son los aspectos controvertidos de esta perspectiva de género?. Resumidamente, los siguientes:
- El hecho de que el sexo biológico sea XX (varón) o XY (hembra) no tienen influencia sobre la sexualidad del individuo. Lo que determina ser hombre o mujer es la cultura. Por tanto, el sexo biológico carece de valor, siendo lo importante el género.
- Si el género es una construcción culturalmente determinada, cada individuo podrá elegir libremente su género: masculino, femenino, agénero, transgénero, etc. España reconoce 37 tipos de género y 10 orientaciones sexuales. La ONU reconoce 110 géneros diferentes.
- La sexualidad ha sido la gran reprimida de la cultura. Por ello, hay que liberarla absolutamente desde la infancia. No hay límites, ni en sus formas de expresarla, ni en la edad para practicarla. Cualquier límite será considerado como una intromisión autoritaria sobre el niño, los adolescentes o los adultos. En este sentido, se sigue a H. Marcuse y su “Eros y civilización” y se mata a S. Freud y su “Malestar de la cultura”. Lo más relevante de la sexualidad es el placer que produce. Hay que ir olvidándose del su aspecto reproductivo, precisamente, una gran trampa que el herteropatriarcado ha tendido a la mujer para someterla a lo largo de la historia.
- La familia, tal como se ha entendido hasta ahora, hay que “deconstruirla”, ya que ha servido de soporte para mantener la esclavitud de la mujer. Ha asumido las teorías marxistas (F. Engels: “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado“) y anti-psiquiátricas (D. Cooper: “La muerte de la familia”) defendidas durante la década de los 60-70. La familia que no se muestre a favor de esta nueva ideología será calificada de retrógrada, machista e irresponsable. Incluso se le llega a “patologizar” con cualquiera de las miles de fobias de nueva creación. Ante una familia tan tóxica como la que ellos describen, y en defensa de los Derechos del Niño, estaría indicado retirar la Custodia o la tutela en nombre de “sagrado interés superior del menor”.
- Hay que transmutar los valores morales tradicionales. Para ello, lo prioritario es terminar con una de sus fuentes más relevantes: la Iglesia Católica. Aunque, estratégicamente, lo que se pretende es terminar con cualquier credo que no esté de acuerdo con la ideología de género. Para ello, hay que invadir las redes sociales, los medios de comunicación, las escuelas, incluso infiltrarse en la propia Iglesia Católica, con mensajes favorables a la perspectiva de género. Cualquier oposición o crítica, debe ser silenciada, descalificada y tratada de retrógrada, fascista, o enemiga del progreso.
- Hay que cambiar el lenguaje para que éste, a su vez, modifique nuestros esquemas mentales y pensemos como verdad universal lo que no deja de ser una construcción puramente ideológica, como cualquier otra, con fuentes teóricas absolutamente conocidas.
Y este es el motivo de la pugna, entre partidarios y detractores, que se viene desarrollando en estos días como consecuencia del veto parental. Los padres que están en contra de la perspectiva de género alegan que la Constitución Española y los Derechos Humanos ampara la libertad de los padres para elegir si su hijos son educados en la perspectiva de género o no. Los defensores de la perspectiva de género, alegan que los padres que no aceptan esta ideología está claramente a favor de la discriminación de los homosexuales, los transexuales, etc.. Son defensores de la opresión de la mujer, católicos integristas, que el “pin parental” es una salvajada, que están en contra de la libertad de enseñanza, que son de extrema derecha y miles de descalificativos con la finalidad de que se sientan culpables, malos padres y malos ciudadanos. En definitiva, se les cancela a través de la descalificación como padres. Incluso, en lagunos paises como Canadá y Suecia, se juegan la tutela de su hijos.
Esta es la realidad que se cuece en estos días. Una guerra que están a punto de perder los padres que tienen claro que son ellos los que deciden cómo educar a sus hijos.2
Así es como yo lo veo. En definitiva, una opinión más.
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