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El Miércoles de Ceniza comienza la Cuaresma para los cristianos. Es un tiempo de conversión y de reconciliación que termina el domingo de Pascua o de Resurrección después de cuarenta días. ¿Pero exactamente que quieren decir la palabras de conversión y reconciliación?. El cristiano está obligado a cumplir los mandamientos, tal como lo indica Jesús a través del evangelio de Mateo:
“Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre” (Mc. 10, 19), que posteriormente los resume en la sentencia: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mt. 22, 36-40).
Es decir, se nos conmina a que seamos cumplidores de esos mandamientos. Sin embargo, al hombre, por su propia naturaleza, no le resulta fácil amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo a sí mismo. Más bien lo que predomina en nosotros es el egoísmo, el interés propio o, en todo caso, los “contratos”, es decir, el si tú me das yo te doy. Sin embargo, la caridad que implica el mandato “al prójimo como a ti mismo”, es un darse gratuitamente. Significa dar sin esperar nada a cambio.
Por eso, a pesar de nuestra buenas intenciones, de muchos esfuerzos que hagamos para ser cumplidores de lo que nos manda Jesús, irremediablemente, fallaremos en múltiples ocasiones. Vivimos en el mundo, en un entorno que nos pone en tentación permanente y del que es dificilísimo retrotraerse.
La Cuaresma es el tiempo que los cristianos dedican a la conversión, al arrepentimiento y a la reconciliación con aquel a quien le hemos fallado. Es un momento litúrgico en que se evoca la Pasión, momento en el que Jesús muere en la cruz por nuestros fallos en el cumplimiento de sus mandamientos.
La conversión es una tarea diaria, un labor personal que dura toda la vida. Es un proceso con recaídas y buenos propósitos. Un compromiso auténtico, sincero, de querer mejorar cada vez más nuestra fidelidad al mensaje que voluntariamente hemos aceptado como cristianos. Es una ENTREGA que conlleva también la renuncia a lo mundano, a nosotros mismos, a todo aquello que nos seduce o nos hace cautivos del mundo. Justamente esta renuncia comporta también sacrificio, y CAÍDAS que precisan de RECONCILIACIÓN.
¿Pero que es la reconciliación?. La Iglesia Católica tiene instituido un sacramente que nos permite reconciliarnos con Aquel al que le hemos fallado. Es el sacramento de la confesión.
Sin embargo, no son pocas las voces, incluyendo a sacerdotes, que está distanciándose de este sacramento individual, y tienden a la absoluciones comunitarias. Incluso a veces, ni a eso.
Creo, aunque es una opinión personal, que la Iglesia se ve cada vez más influida por las nuevas corrientes de pensamiento y por nuevos valores que poco o nada tiene ver con los mandamientos reflejados en el evangelio.
Una muestra de esta contaminación, la tenemos en la llamada que ha realizado el obispo de Mallorca a celebrar una Cuaresma Sostenible, en la que se da una consigna para cada semana y que meditemos sobre ella y me imagino que también hagamos examen de conciencia y nos reconciliemos. Estos son los objetivos:
- Consumo responsable
- Comercio justo
- Caducidad
- Migraciones climáticas
- Prolongar el uso para reducir residuos
- Papel, pilas y productos tóxicos
- Amor social
Como se comprende fácilmente, la confusión y contaminación de la postmodernidad en la Iglesia está a la hora del día. Yo pienso seguir con el significado de siempre.