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De la insolidaridad de algunos en 2014 frente al ébola y de su manifiesta incomptencia de hoy frente al COVID-19, en contraste con la masiva solidaridad comunitaria
Durante este enclaustramiento obligado por el coronavirus COVID- 19, con tiempo sobrado para vivir momentos de esperanza y momentos de incertidumbre -soy, como dicen los medios de comunicación, erróneamente, uno de los que moriría, no por el COVID -19, sino con el COVID-19-, observo la epidemia y sus consecuencias sanitarias a vista de pájaro y veo una panorámica desoladora. Observo como los intereses políticos partidistas han producido errores graves de previsión llevando a la saturación y bloqueo del sistema sanitario. Bloqueo que está generando un incipiente desánimo en los profesionales sanitarios que han demostrado un heroísmo que no se merece este incompetente gobierno que los ha dejado al pié de los caballos, sin medios técnicos y de protección, hacéndoles que tengan que enfrentarse, cada vez con más frecuencia, al dilema inasumible moralmente de tener que decidir a quién atiende con los medios apropiados y a quién no. En definitiva, tienen que decidir, prácticamente, sobre la vidad y la muerte. Estas situaciones se quieren ocultar porque generan desasosiego y angustia entre la población, pero es inevitable que la verdad salga fuera del hospital a través de los gritos de angustia y protesta de los profesionales sanitarios.
Esta situación de preocupación colectiva, y la amplísima solidaridad que ha despertado, me enseña muchísimo sobre la conducta del ser humano. Un animal social que es capaz de ser egoísta y ruin en unos momentos y solidario sin mancha en otros.
Hoy vivimos la solidaridad generalizada, omni pro omnibus, nos damos esperanza, la empatía social contribuye a nuestros sosiego, nos da fuerzas para llevar con más entereza este forzado encierro. Me siento feliz al observar que el ser humano, aunque es capaz de matar indiscrimandamente y sin motivo, también es capaz de entregarse sin condiciones por el prójimo.
¡Qué reconfortante contraste con lo sucedido en el mes de agosto de 2014!. Cuánto odio a la religión, cuánto rechazo a un hombre y a una mujer con nacionalidad española infectados por otro virus, el ébola, mientras ejercían su solidaridad con los enfermos más desasistidos del mundo. Ejemplo de entrega, sanitarios al servicio de los enfermos más desahuciados del planeta que, ante la gravísima evolución de su estado, desean volver a casa para que se les trate de una infección inmensamente letal. Sus compatriotas los rechazan, sin misericordia, sin humanidad. Por eso me alegra tanto la solidaridad que se transpira en nuestra sociedad.
No olvidemos a Miguel Pajares, no olvidemos a Juliana Bohi, no olvidemos a la enfermera que no tuvo más remedio que quedarse en su país, no olvidemos lo que significa una epidemia, tanto cuando nos afecta a nosotros, como cuando la vemos lejana. Siempre habrá seres humanos que sufren, que necesitan de nuestra solidaridad, en una forma u otra.
Os dejo un vídeo de aquellos momentos. Quisiera que nos sirva hoy como ejemplo de lo que no podemos hacer. O nos apoyamos todos , o aquí no se salvará nadie.