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Los niños pasan por una serie de fases en su adquisición moral que serán determinantes para su futura conducta social
No podemos analizar las agresiones sexuales que se están produciendo con parámetros simples o reduccionistas. La conducta social se construye sobre una serie de factores que abarcan al individuo, su entorno primario- la familia- y a la sociedad. El edificio de la convivencia y el respeto a los demás, por tanto, se inicia desde el nacimiento, se continúa en la escuela y se va consolidando en la sociedad en la que se vive. Como dice la psicóloga Mamen Jiménez,1
“..el desarrollo moral se produce inherentemente de la mano del desarrollo cognitivo del niño, un desarrollo que se da, claro está, en un contexto, con una familia que educa, con una escuela que enseña y con unos amigos que modulan.”
A continuación, expongo algunos aspectos a considerar cuando hablamos de educar en valores. No tenerlos presentes de forma integral cuando educamos a futuros “honrados ciudadanos”, como diría Don Bosco, se reduciría a un modelo educativo que difícilmente conseguiría sus objetivos. Nuestra propuesta es un modelo biopsicosocial, tópico tan en boga en los años 90 y que ha ido decayendo conforme se intenta reducir al individuo a un simple resultado social; visión antropológica, esta última, que excluye a la biología como elemento relevante del desarrollo. Antes exponemos resumidamente las etapas del desarrollo moral de Kohlberg que, aunque adolece de algunas deficiencias, lo considero un buen modelo para comprender el cómo se va construyendo cognitivamente la moralidad en la infancia y la adolescencia.
Modelo del desarrollo moral de Kohlberg
Describe tres etapas que implican, al mismo tiempo, formas diferentes de respuesta social:
- Etapa egocéntrica: antes de los nueve/diez años. Corresponde al nivel pre-convencional. El niño aprende que algo está bien o mal en base a las respuestas de los padres: aquello que se premia estaría bien y lo que se castiga, o no se permite, estaría mal. Es una moral heterónoma. Suele durar hasta los siete a nueve años. La “ley o norma” que imponen las figuras de autoridad no se cuestiona, siendo el entorno más inmediato al niño-familia y escuela- lo que determina aquello que está bien o mal.
- Etapa social: A partir de los 12/13 años. Suele aparecer en adolescentes y algunos adultos. Está muy relacionada con las experiencias sociales. Durante la adolescencia son fundamentales la influencias del grupo de iguales, en donde cada individuo confronta los valores adquiridos durante la fase heterónoma con los valores de otros miembros del grupo. Muy influyente el líder grupal. Corresponde al nivel convencional
- Etapa moral: nivel post-convencional. Sólo es adquirida por unos pocos adultos. Se cuestionan aquellas normas sociales que entran en conflicto con los propios valores. El individuo decide en base la jerarquía que él considera más en consonancia con su valores sin dejarse llevar por lo que, en un momento determinado, pueda predominar moralmente en su entorno.
El niño y su condición psicobiológica
- Los padres tendrán más o menos dificultades dependiendo del temperamento del niño. Según Thomas y Chess2), cada niño difiere en alguna, o más, de las nueve características que ellos proponen. Estas son:
- Nivel de actividad (más o menos hiperactivo)
- Ritmicidad (regularidad en los ritmos biológicos; sueño/vigilia, comidas etc)
- Aproximación o alejamiento (muchas veces nombrada como timidez)
- Adaptabilidad (la capacidad para adaptarse a los cambios)
- Umbral de respuesta (cada niño reacciona solo ante una intensidad determinada del estímulo)
- Intensidad de la reacción (cada niño, cuando está sometido a estímulos agradables o desagradables, reaccionan con diferente intensidad)
- Calidad de estado de ánimo (el humor de base de cada niño es diferente)
- Distracción (cada niño posee una capacidad diferente para el control de los distractores internos y/o externos).
- Capacidad de atención y persistencia (también suelen diferir en la capacidad para mantener la atención sobre una tarea y su capacidad de concentración. Igualmente, hay niños que cuando inician una tarea son más persistente que otros en mantenerla).
2. La ausencia/presencia de déficits cognitivos, es otra circunstancia que puede obstaculizar el aprendizaje moral. La dificultad máxima la encontramos en niños con retraso mental, siendo motivo de inimputabilidad en caso de cualquier delito. Sin llegar a estos extremos, se ha evidenciado que la calidad en el desarrollo del lenguaje, especialmente en su vertiente comprensiva, es fundamental. El lenguaje, no solo facilita la compresión de las normas, sino que también contribuye a desarrollar los mecanismos de abstracción de las mismas, aspecto que facilita la extensibilidad a situaciones parecidas.
3. Calidad del apego. El vínculo emocional que los hijos mantienen con los padres y con los profesores es fundamental para implementar una buena educación moral. Esa relación de afecto positiva en el niño, tiende a generar en él una total confianza, no cuestionándose aquellas pautas educativas que no entiende y a las que valora como buenas para él debido a su total confianza con la autoridad. Un buen apego es necesario para ir generando la empatía y la futura teoría de la mente, dos de los aspectos nucleares de la convivencia entre iguales.
El niño y su familia
Entendemos por familia a la persona, o conjunto de personas, que son los cuidadores primarios del niño. Lo primero que debemos contemplar es qué tipo de valores se encuentran en la familia, ya que cualquier análisis sobre comportamientos asociales, incluyendo el no respeto a la libertad sexual de los iguales, se empieza a construir en la propia familia.
No podemos sorprendernos de comportamientos poco respetuosos con la dignidad del otro, si el niño crece en un ambiente irrespetuoso con la dignidad de los demás. Los valores que se enseñan, para que se consoliden en el niño, deben ir acompañados de la coherencia ante tales valores por parte de las figuras parentales. Aquí no vale el dicho popular “que haga lo que yo le diga, pero no lo que yo hago”.
Hay padres excesivamente permisivos, como los hay excevamente intolerantes o rígidos. No olvidemos que estamos educando al niño sobre algo que no entiende y que, además, no dispone de los recursos cognitivos para analizar el por qué se le pide.
Por tanto, ¿qué valores?, y ser firme y persistente en su no permisividad y coherentes.
El niño y la escuela
Lo ideal sería que los valores que se enseñan en la escuela estén en consonancia con los valores que se enseñan en la familia.
En nuestra sociedad actual, caracterizada por una transmutación de los valores tradicionales, no es difícil que la familia y la escuela entren en conflicto.
Creo que, tanto los padres como los profesores, no son conscientes de hasta dónde hacemos daño a un niño cuando no somos capaces de armonizar los valores que se inculcan en la familia y los del colegio. Esa incoherencia frente a lo que es bueno y lo que es malo, termina por ser lo suficientemente difusa como para que el adolescente se vea en la tesitura de tener que ir creándose su propia escala de valores en una etapa de desarrollo caracterizada por la búsqueda de la propia identidad.
Si la coherencia padres/profesores es fuerte, el riesgo y la crisis de identidad que supone la adolescencia será menor, en cuanto que se verá fortalecido por lo que se ha interiorizado durante la infancia frente a los desajustes morales que puedan generarse en el grupo de iguales.
CONCLUSIÓN
Existe la creencia maximalista de que educar en valores prosociales es suficiente para terminar con la violencia. Nada más alejado de la realidad. Para que la violencia termine deberíamos ser clónicos, cuando la realidad es que no hay dos individuos iguales.
Sin embargo, lo que si podríamos conseguir es que la violencia quede reducida a situaciones en donde “conviven” sujetos con trastornos de conducta y ambientes de marginación social. No olvidemos que la inmensa mayoría de las personas que cometen atentados graves a la dignidad de otras personas son individuos sin empatía, egocéntricos y asociales. Y estos individuos los tendremos siempre con nosotros. Lo importante es tomar la medidas necesarias para evitarlo.