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¿Qué pasará con el incremento de los falsos positivos de disforia de género en la infancia, ante el desamparo de la “Ley Trans”?
Joaquín Díaz Atienza
INTRODUCCIÓN
Hay quien niega el hecho histórico contrastado de que los problemas de identidad sexual en la infancia y la adolescencia hayan existido siempre, apreciación con la que no puedo estar de acuerdo. Cierto que el número de casos visibles han sido escasos, tan cierto como que en las condiciones culturales en las que se presentaban contribuían a que muchos de ellos permanecieran ocultos. Por el contrario, la actual cultura autodeterminista del hombre, así como sus planteamientos negacionistas del peso de la biología en el desarrollo del dimorfismo humano, los facilitan de forma muy peligrosa, por razones de salud, en aquellos niños que presentan la más mínima duda sobre su identidad y/u orientación sexual, por otra parte , inherente al desarrollo psicosexual.
En este artículo pretendo realizar una breve revisión histórica sobre la evolución que ha experimentado la transexualidad a lo largo de desarrollo infanto-juvenil desde que se tienen registros objetivos de ella. Su evolución no es más que el reflejo de hasta donde la cultura actúa como factor facilitador (persistencia) o bloqueador (desistencia) de un problema de salud que tendrá repercusiones graves en la mayoría de los casos a lo largo de su vida.
EVOLUCIÓN
Comprender en profundidad un problemas de salud implica necesariamente el conocimiento de su evolución si no se realizara sobre él ninguna intervención terapéutica. Se le denomina historia natural y nos facilita el poder detectar y conocer los factores de persistencia y desistencia implicados.
- Historia natural de la Disforia de Género en la infancia.
Tanto en el DSM – III, como en la CIE-9, aparece el trastorno de la identidad sexual: Cuando se presenta en adultos, le denomina transexualismo y cuando se presenta en la infancia /adolescencia, trastorno de la identidad sexual en la infancia. Que ambas clasificaciones lo contemplen, es indicativo de su existencia a lo largo de la historia; que se describan, separadamente, aquel que aparece en la edad adulta del que se presenta en la infancia no es motivo banal, tal como veremos algo más adelante.
Históricamente, se describen algunos ejemplos recogidos en la literatura antropológica e historiográfica, aunque, por lo que he podido observar, en un afán justificador de la transexualidad como realidad histórica y global, incluyen casos de homosexualidad como si si tratara de transexualidad. Todos suelen hacer referencia a adultos, o dioses de la mitología griega. Tal vez, el caso más relevante, por lo que de actual tiene en algunas situaciones, sea la tribu indígena en donde las madres deciden educar a sus hijos como si fueran del sexo femenino: Son las muxes de Oaxaca de México1. Una costumbre ancestral que ha devenido en un negocio turístico-sexual alentado por los lobbies de la ideología queer.
Antes de la primacía sociocultural de la ideología de genero y de la implementación exclusiva y obligatoria de la nefasta terapia afirmativa, la mayoría de los casos infantiles que presentaban síntomas de disconformidad de género, desaparecían antes de la adolescencia, aunque, igualmente, casi en su totalidad, derivaban en homosexualidad o bisexualidad. De aquí que para algunos investigadores, la semiología precoz relacionada con la identidad, no serían más que la expresión de una condición prehomosexual.
Zucker y Bradley, en su excelente monografía, nos indican que las primeras señales de disconformidad en niños respecto a su sexo solían aparecer a los 3-5 años y que a los 9 años ya manifestaban con claridad que deseaban ser niñas.2. Sin embargo, conforme se aproximaban a la adolescencia, los problemas de identidad desparecían. Consecuentemente, para evitar intervenciones perjudiciales e innecesarias, se realizan una serie de investigaciones cuyos objetivos serían detectar qué casos son persistentes, cuáles son desistentes y que factores son los que influyen en ambas condiciones. Esta preocupación entre los profesionales surge a raíz de la pionera investigación de Green sobre este tópico y publicada en 1987.3.
1.1. Evolución persistente.
En la tabla 1 expongo un resumen de los datos recogidos por Javier A. Pérez Ruiz en su excelente tesis sobre la disforia de género en pediatría (2018)4
Es un hecho contrastado que el año 2000 marca un hito en cuanto a la incidencia y persistencia de la Disforia de Género en la infancia, cuya opinión personal, sobre este cambio, expondré al final. Los investigadores en este campo destacan, como elementos de persistencia del trastorno, los cambios sociales que se producen en cuanto a la distancia social entre chicos y chicas; el enamoramiento que surge en estas edades y su relación con la orientación sexual. Lo que parece más determinante en la persistencia sería el grado de incongruencia entre el cuerpo que se posee y su anhelo de tener el cuerpo del sexo contrario. Sin embargo, en aquellos que desisten, lo que prevalece es el deseo de realizar los roles del sexo contrario, incluyendo la orientación sexual por el sexo contrario. Por tanto, sería el grado de disconformidad con el propio cuerpo, el factor determinante en la persistencia.
Así, Steensman y sus colaboradores afirman que la persistencia a partir de la adolescencia, vendría determinada por:5
- La intensidad inicial de la DG.
- La mayor incongruencia con el propio cuerpo.
- Pertenencia al sexo femenino.
- La precocidad en su aparición.
- El grado de identificación cognitiva y emocional con el sexo contrario al nacimiento.
- La forma de abordar la transición social.
1.2. Disforia de Género y orientación sexual en la etapa infantil y puberal
Si bien el sexo biológico viene determinado genética y cromosómicamente, con excepción de los casos de intersexualidad y otras anomalías médicas, la identidad de género y la orientación sexual son bastantes ambiguas, durante la primera infancia y la pubertad, en no pocos niños y niñas. No en vano, Sigmund Freud, definía al niño como un “perverso polimorfo”, expresión que traduce la labilidad del desarrollo psicosexual infantil. Precisamente es esta indeterminación en la orientación sexual, la que se ha demostrado que puede estar presente en la mayoría de casos erróneamente diagnosticados de Disforia de Género, con todo lo que supone de daño la implementación precipitada de los tratamientos hormonales.
Green ya adelantó que el 75-80% de los niños con supuesta DG derivaron en una problema de orientación homosexual. Tanto la Asociación Americana de Psiquiatría como la World Professional Association for Transgender Health, comunicaron que en la mayoría de los niños desaparecieron los síntomas de DG y, entre los persistentes, los niños trans presentaban una orientación homosexual o bisexual en el 63-100 de los casos y en las niñas trans serían lesbianas en el 32-50%.
Estos datos nos obligan a reflexionar acerca de las dañinas repercusiones que la actual “Ley Trans”, basada en la exclusiva autodeterminación y sin necesidad de valoración previa por profesionales especializados, producirá en los niños y niñas que, ante su natural confusión, decidan que sus posibles dificultades psicosociales y de salud mental se deben a un problema de identidad, cuando es probable que solo remitan a un problema de orientación, Espero que, ante una ley tan nefasta e irresponsable, las futuras víctimas demanden al Estado por su ligereza, máxime cuando países con una dilatada experiencia están modificado sus leyes (Inglaterra, Suecia, Noruega….).
- Rosa de Bustos. La identidad de género en la historia. La Vanguardia, 1/9/2020[↩]
- Zucker, KJ, Bradley, SL, Gender Identity Disorder ana psychosexual problemsin chindren and Adolescents. Guilford Press, New York 1995[↩]
- Green R. The Sissy Boy Syndrome and the development of homosexuality, Yale Uni. Press, New Haven, CT 1987[↩]
- Pérz Ruiz JA, Análisis de la disforia de género en el ámbito pediátrico . Revisión científica y bioética de la terapia, IF Press, Roma (Italia), 2018[↩]
- Recogido en la obra citada de Javier A. Pérez Ruiz, página 111[↩]