Somo responsables de la muerte de Laura

Laura de 12 años muere por coma etílico. El fariseísmo de nuestra sociedad

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ALCOHOL, SEXO Y DROGAS PARA TODOS Y PARA TODAS

No seamos trasnochados ni olvidadizos. Siempre ha existido el alcohol, siempre ha existido el sexo, como siempre han existido las drogas. Los jóvenes necesitan ser mayores y para emularlos infringen las normas que estos intentan inculcarles. Entonces, ¿dónde está el problema?. Pues depende. Porque, según los valores que nos demos, puede que haya sido un desgraciado accidente, o que estemos asistiendo simplemente a los primeros frutos de la cosecha de lo que hemos y estamos sembrando.  

Los adultos nos hemos empeñado en complicarle la vida a los niños. Los educadores, los medios de comunicación y, por ende, los padres estamos contribuyendo a que nuestros hijos asuman unas responsabilidades para las que no tienen edad. En nombre de la libertad, en nombre de la liberación de no sé qué cadenas, estamos permitiendo que los niños se enfrenten a experiencias para las que, no solo no tienen edad emocional para afrontarlas, sino que tampoco les damos una información objetiva sobre las posibles consecuencias de las mismas.

Por eso siento rabia cuando, ante la muerte de Laura,  se monta este galimatías mediático y aparecemos los “opinadores” de turno, no tanto buscando explicaciones, como buscando culpables.

[pullquote]Laura, como la mayoría de los jóvenes, es el resultado de nuestra forma de enfocar la convivencia, de nuestra forma de enfocar la educación, de nuestros valores. Laura es un grito enorme, una llamada, una denuncia a los mayores.  [/pullquote]Lo más fácil es culpar a los padres ¿qué hacía una niña de 12 años allí?, ¿qué clase de padres tiene?. Yo pregunto, ¿qué hacían allí lo menores?, ¿qué clase de padres tienen?. Dejemos a esos padres en paz que ya tienen bastante desgracia como para que encima les culpemos de lo que todos y todas somos responsables.

La familia en general está desconcertada. Asiste a un escenario social en donde lo que domina es una visión lúdica de la vida, sin compromisos y sin transcendencia. Un escenario en donde se impone lo instintivo sobre lo razonable. La familia no tiene instrumentos suficientes para hacer frente a la cultura hedonista dominante. Se nos exigen responsabilidades educativas, cuando al mismo tiempo se promulgan leyes que retiran ese derecho.

La educación de nuestros niños está en manos de colectivos que promulgan un relativismo ético que está dejando sin recursos morales a nuestros niños y a nuestros adolescentes. Han penetrado en la escuela y han secuestrado la educación. ¿No nos dicen que la educación de los hijos es una labor de toda la tribu?. Pues que no venga la tribu a sacudirse la responsabilidad que les corresponde. No seamos fariseos,  el fracaso es de la sociedad, y esta, cobarde, se parapeta en la familia, cuando, previamente, se le ha retirado la “tutela educativa”.

La tribu es la escuela, la tribu son las instituciones políticas y administrativas, la tribu son los propios compañeros, la tribu son las fuerzas de orden público, la tribu son los jueces y, finalmente,  la tribu somos los adultos que observamos con cierta impasibilidad e indolencia  como nuestros niños y jóvenes cada vez se encuentran con menos asideros sobre los que edificar un proyecto vital serio. Lo importante es lo inmediato, la gratificación, la falta de esfuerzo. Y con este bagaje, no podemos  preparamos para el futuro.  

– Los preparamos para mantener relaciones sexuales, incluso antes de la menarquia, porque forma parte de la libertad y del dios placer, únicos valores  admisibles en la nueva cultura que estamos creando. Para ello, no les enseñamos una sexualidad responsable, sino que les brindamos la posibilidad anticonceptiva del aborto a demanda. ¿O caso, no causa un grave problema psicológico la escandalosa tasa de embarazos y abortos en adolescentes cada vez más jóvenes?.

El placer como guía de nuestra conducta, nos lleva al consumo  de alcohol, de cannabis, y otras drogas, sin miedo, sin “respeto” hacia algo objetivamente dañino y peligroso. ¿Acaso esto no es un problema social y de salud pública?.

Todos conocemos la situación, el diagnóstico está bien hecho, pero nos falta el valor para aplicar el tratamiento adecuado porque lo consideramos reaccionario, puritano y obsoleto. Y nuestra ignorancia nos impide ver que los niños son niños y que la educación consiste en enseñarles con esfuerzo, con contrariedades y con mucho amor, a que sepan asumir con responsabilidad y dignidad el control de su vida , de su futuro.

Laura, como la mayoría de los jóvenes, es el resultado de nuestra forma de enfocar la convivencia, de nuestra forma de enfocar la educación, de nuestros valores. Laura es un grito enorme, una llamada, una denuncia a los mayores.  



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