Cosejero de salud - Cataluña

Tonto el último: la disforia de género y la poca responsabilidad de los políticos

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En Cataluña, por obra y gracia de la Generalidad, la transexualidad no es enfermedad

Y fueron felices, como en Madrid, Andalucía, Extremadura… y comieron perdices.

Las pacientes con anorexia nerviosa presentan un grave problema con su corporalidad. No se aceptan como son  e, independientemente de las razones y argumentos científicos que les demos, ellas tendrán una visión de su imagen corporal  demasiado “voluminosa” y para nosotros demasiado delgada. No aceptan su imagen corporal a pesar de nuestra argumentación, ya que están absolutamente convencidas de los que perciben.

Por otra parte, no suelen presentar otras características psicopatológicas excesivamente relevantes, son buenas estudiantes, son buenas hijas, responsables y admiradas por el colegio y la familia.

También tenemos otros casos, la mayoría de la veces niños, aunque no exclusivamente, que no se reconocen como tales. Biológicamente no hay duda. Uno puede intentar dar la explicación científica que quiera, pero el niño se vive como niña por más que uno le haga ver con datos científicos y anatómicos, lo contrario. “Yo soy una niña en un cuerpo equivocado”, te dicen cuando ya llegan a la pubertad. Sorprende y desconcierta su absoluto convencimiento. Por supuesto, igual que la paciente anoréxica implementará la conducta apropiada para conseguir esa imagen que persigue y que nunca llega; el niño con disforia de género desplegará las conductas acordes con el género al que está convencido que pertenece.

Yo no voy a entrar en si la disforia de género es una enfermedad o no, con el mismo argumento, que no voy a entrar en si la anorexia nerviosa es una enfermedad o no. Sé que, en este último caso, no tendría apenas contestación si afirmara que los es. La reacción ante la etiqueta de enfermedad mental es absolutamente contraria si lo afirmo frente a la disforia de género. La primera se admite porque, de no implementarse un tratamiento, llevaría a la paciente a la muerte; aunque tampoco las asociaciones están por considerarla una enfermedad mental, sino endocrina (confunden interesadamente las consecuencias con las causas). Por ello han luchado, para que sean tratadas en unidades específicas. En el fondo, no se discute el problema, lo que no se admite es que sea una enfermedad mental por la estigmatización que conlleva. Estar “loco” no lo admitimos ni los “locos”.

Aspectos biomédicos

Si yo realizo exámenes complementarios intentando buscar alguna anomalía que explique el trastorno alimentario, seguro que no encontraré absolutamente nada, o bien alguna pequeña anomalía que no llega a explicarla en su totalidad, aunque algunas coinciden, curiosamente, con las encontradas en la disforia de género. Pero, ¿qué sucedería si yo realizara algunos exámenes complementarios en la disforia de género, intentando buscar alguna información neurobiológica que explique el no reconocimiento de su sexo biológico?. Sencillamente, encontraríamos más datos neurobiológicos a favor de una disfunción del procesamiento de la corporalidad que en la anorexia nerviosa.

Esta ideologización de la medicina en base a lobbies de poder y no del conocimiento científico,  del populismo de los políticos que responden más corrientes de opinión y a prejuicios populares que a los verdaderos intereses de las personas, me recuerda a la corriente antipsiquiátrica de los años 70/80. Había que negar la esquizofrenia, había que negar las enfermedades mentales, dando lugar al cierre de hospitales, algunos indignos, pero otros muy bien dotados. Miles de enfermos deambulaban por la calles, muchos murieron porque, bien por su años de manicomio, bien por sus falta de habilidades, no fueron capaces de adaptarse a la libertad sin recursos que le dieron los políticos y  los profesionales pseudomédicos. Fue un desastre bioético de graves e inhumanas consecuencias, cuya reacción posterior ha dado lugar a “minimanicomios” en donde los pacientes suelen encontrarse hacinados, sin calidad de vida durante meses y meses.

Algunas investigaciones sobre la disforia de genero

Actualmente la mayoría de los investigadores opinan que, tras la presentación de la transexualidad, especialmente la de inicio infantil, existe una causa neurobiológica. En este sentido, se encontrarían implicadas una serie de estructuras cerebrales  cuyas interconexiones dan lugar a la autopercepción y consciencia de la propia corporalidad. En el caso de la disforia de género o transexualidad, la conciencia corporal no es congruente con el sexo biológico, dando lugar a un gran malestar y sufrimiento que afecta profundamente al sujeto.

De hecho, se han puesto en evidencia dos aspectos cerebrales: los cambios producidos por el estrés propio de la disforia de género (el  factor neurotrófico de procedencia cerebral) y las cambios propiamente estructurales.

  • Factor neurotrófico de procedencia cerebral (BDNF).

Las investigaciones realizadas nos hacen creer con bastante evidencia científica que los bajos niveles encontrados en el suero de pacientes con disforia de género se deben al estrés al que se encuentran sometidos. Estos niveles suelen incrementarse cuando se someten a tratamiento hormonal, sin que se crea que este incremento se deba a la acción directa del tratamiento. Por tanto, los bajos niveles de BDNF se deben al estrés crónico.

Fontanari et al. Serum concentrations of brain-derived neurotrophic factor in patients with gender identity disorder, Journal of Psychiatric Research 47 (2013) 1546e1548

– Fuss et al. Cross-sex hormone treatment in male-to-female transsexual persons reduces serum brain-derived neurotrophic factor (BDNF), European Neuropsychopharmacology (2015) 25,95–99

–  Auer et al. Serum brain-derived neurotrophic factor (BDNF) is not regulated by testosterone in transmen, Biology of Sex Differences  (2016) 7.1

  •  Estructuras cerebrales y conectividad

Es donde mayor evidencia científica se ha encontrado. Como se sabe, el cerebro toma consciencia de la propia corporalidad y la vive como propia por la actividad de una serie de estructuras cerebrales implicadas en el este proceso a través de redes interconectadas entre sí. En la medida que la RMF y RMF de difusión se han ido perfeccionando, se ha conseguido conocer con mayor precisión como funciona el cerebro y cómo conseguimos la percepción y consciencia de nuestro propia identidad somato-psíquica.

Hoy se cree (Moratalla, 2016) que las personas transexuales presentan signos de feminización o masculinización de estructuras cerebrales  que, cuando son tratados, suelen desplazarse hacia el sexo deseado. Igualmente, nos habla de anomalías en el funcionamiento del conectoma cerebral y algunos  cambios en la microestructura de la corteza cerebral.

Figura 1.

Figura 1
Figura 1

En esta misma línea se manifiestan las investigaciones de Hoekzema y al (2015) que encuentran un menor volumen  del cerebelo derecho y mayor en el córtex ventral medial en los casos de Hombre – mujer y un menor volumen del cerebelo bilateral en los de Mujer- Hombre.

Luders et al (2009) encontró que los transexuales Hombre – Mujer manifiestan un mayor volumen de la sustancia gris en el putamen derecho. Creen que las diferencias estructurales juegan un importante papel en la identidad de género.

También se han investigado las estructuras cerebrales que procesan el sonido masculino/femenino (Junger et al, 2014). En este aspecto se han observado   particularidades en el procesamiento de la voz, dependiendo del sexo, Estos investigadores encuentran la implicación de estructuras como el gyrus prefrontal medialla insula y el gyrus precuneus.

figura2

Figura 2. 

Otros aspecto muy importante  cara al tratamiento actual, y hasta donde se extiende su efecto terapéutico, consiste en saber si se producen cambios a medio largo/plazo en aquellas estructuras cerebrales  implicadas en la transexualidad (Mueller y al, 2016). Para estos investigadores no hay modificaciones en lo que se refiere al cambio hombre a mujer. Por el contrario, en el cambio mujer a hombre si se han observado procesos de masculinización en algunas estructuras.

Figura 3. 

Figura 3
Figura 3

En conclusión, los conocimientos científicos no se “casan” con ideologías ni con intereses particulares de colectivos. La ciencia dice lo que dice y el ser humano puede, si quiere, ¡allá él!, inventar un relato al margen de ella. Si le resulta útil, cada uno es libre de creer en lo que desee. Otra cosa bien distinta es que esté en lo cierto.

Luders et al. Regional gray matter variation in male-to-female transsexualism, NeuroImage 46 (2009) 904–907

– Junger et al. More than Just Two Sexes: The Neural Correlates of Voice Gender Perception in Gender Dysphoria, PLOS ONE. November 2014 | Volume 9 | Issue 11 | e111672

– Hoekzema et al. Regional volumes and spatial volumetric distribution of gray matter in the gender dysphoric brain, Psychoneuroendocrinology (2015) 55, 59—71

– López Moratalla e al. Transexualidad: una alteración cerebral que comienza a conocerse. Cuadernos de Bioética XXVII 2016/1

– Mueller et al. Circulating androgens correlate with resting-state MRI in transgender men. Psychoneuroendocrinology 73 (2016) 91–98

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