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La hiperparentalidad: nuevos comportamiento educativos que dificultan y dañan seriamente el crecimiento personal de los hijos.
La sobreprotección a los hijos siempre ha existido, aunque de una forma menos extendida a como hoy se presenta. Si bien antes se encontraba relacionada con rasgos fóbicos y ansiosos de los padres, hoy día la situación se ha ampliado especialmente a los nuevos modos de cómo se produce la procreación y la gestión de la conformación familiar.
Del hijo no deseado al hijo programado
Los métodos anticonceptivos han evolucionado, tanto en su uso, como en su eficacia y seguridad, dando lugar a que se pueda decidir el momento “más oportuno” en el que uno quiere ser padre Hoy día lo normal es que una pareja decida tener un hijo cuando ella considere que es el mejor momento para tenerlo. Se ha pasado, por tanto, de la situación en donde aparecía los hijos no deseados, pero aceptados, como consecuencia de los errores en la anticoncepción (se decía que había más hijos de Ogino1 que del padre), a los hijos deseados.
Aún más, debido a los cambios producidos en la sociedad de consumo, hoy ya no se trata solo de desear al hijo, sino de programar calculadamente cuando se debe tener. Primero hay que disfrutar de la juventud, promocionarse en el trabajo, tener la vivienda en propiedad, el coche… La decisión, normalmente, es programada y viene acompañada de un compromiso personal de garantizar al futuro hijo toda la felicidad y éxitos posibles. Los padres, desde esta perspectiva, se implican absolutamente, en cuerpo y alma, para que este objetivo se cumpla. Estamos en la era del hijo programado.
Esta hiper-responsabilidad lleva necesariamente a la hiperparentalidad en donde nos vamos a encontrar con una serie de síntomas, o comportamientos atípicos, tanto en los padres como en los hijos. Los padres asumen la responsabilidad de todo aquello que le suceden, e incluso, de todo los que pueda sucederle. Les supone un serio sentimiento de culpa cuando los resultados no responden a las expectativa. Son padres oprimidos, angustiados, desbordados y estresados que terminan por sentirse incapaces de dar respuestas a unos objetivos parentales absolutamente irracionales. En definitiva, son las consecuencias lógicas del que considera al niño como trozo de arcilla al que puedo modelar a mi antojo, de padres muy autoexigentes que asumen la responsabilidad de que todo debe ir perfecto, sintiéndose responsables tanto de los que sucede en cualquier momento, como de aquello que pueda sucederle en el futuro.
Los momentos más críticos suelen aparecer en la adolescencia, en donde los hijos comienzan a rebelarse contra una educación que los han mantenido aprisionados, cautivos emocioanlemnte, encorsetados y excesivamente teledirigidos. Es la crisis de los padres, no tanto la crisis del adolescente.
Padres helicóptero, padres dron y padres curling
Hay autores, como Bruno Humbeeck, que diferencian entre lo que se denomina “padres helicópteros”, “padres drones” y “padres curling” , tres formas de hiperparentalidad que traducen una gravedad creciente.
- Padres helicóptero.
Estamos ante un padre que necesita controlar no solo lo que existe en la vida de su hijo, sino igualmente todo lo que exista alrededor suyo, en su vida social y personal.
El padre se transforma en un “helicóptero” ansioso que realizar una vigilancia excesiva y constante sobre el hijo: “qué haces?, ¿qué estás pensando?, ¿qué escribes?, ¿qué lees?, ¿a qué juegas?, ¿con quién vas?, ¿qué hacéis?, … es un eterno interrogatorio que busca aliviar la angustia que le supone el no saber absolutamente todo lo que le sucede a su hijo, o el que éste pudiera estar pasándolo mal.
La comunicación con sus hijos suele ser paradójica. Al mismo tiempo que les habla de que deben ser autónomos, son ellos los que establecen las normas de cómo hacerlo. Por supuesto, estamos asistiendo a un estilo de cuidado parental claramente limitante para la autonomía.
- El padre dron.
Sería un grado más en la gravedad de la hiperparentalidad. Son padres que, no solo necesitan vigilar y controlar, sino que se muestran absolutamente intolerantes con todo lo que ellos consideran que no es apropiado para el desarrollo de su hijo, o para su realización académica y educativa: el mejor colegio, el mejor juego, el mejor móvil, el mejor ordenador y, en definitiva, cualquier cosa o medida que sea considerada lo mejor con la única finalidad de que su hijo “sea el mejor”.
Por supuesto, en el plano emocional, son padres que no aguantan sin angustia las emociones negativas de sus hijos, viven fatal sus lloros, sus protestas, sus frustraciones. Solo se admiten las emociones positivas, la alegría, el optimismo.
- Padres curling
Son padres que deciden por sus hijos sin tener en cuenta sus gustos y les exigen como si coincidieran sus intereses con los de sus hijos. Los padres deciden el objetivo y lanzan al hijo a que lo consiga. Ni respetan los intereses del niño, ni tampoco las opiniones de aquellos que intervengan en la consecución del objetivo, realizando permanentemente injerencias en la toma de decisiones de los demás.
Son los típicos padres que eligen el deporte que debe realizar su hijo y dan instrucciones a los entrenadores sobre cómo deben actuar. O padres, que deciden el centro escolar y dan instrucciones a los profesores de cómo deberían abordar la enseñanza de las distintas materias. Padres que saben todo lo que se debe hacer con su hijo, cuándo y cómo y, por supuesto, sin considerar sus gustos ni sus posibilidades. Padres, no solo curling, sino también marcadamente tóxicos.
¿Qué sucede con los hijos sometidos a la hiperparentalidad?.
La parentalidad hipertrofiada, hipervigilante, en absoluto favorecedora de la autonomía del niño, dará lugar a padres “quemados”, frustrados, insatisfechos y con tendencia a responsabilizar a a su hijo y/o al medio de los fracasos que se vayan produciendo. Autocrítica=0.
Los hijos, víctimas de esta parentalidad, presentarán problemas de aprendizaje, trastornos de ansiedad, hiperactividad, inadaptación con los compañeros… Y, como dice Bruno Humbeeck, las etiquetas diagnóstica de TDAH, problemas de aprendizaje etc.. vienen a ocultar la causa real de lo que está sucediendo: una parentalidad absolutamente incompetente.
Bien dicho es que son comunes las situaciones en las que en los núcleos familiares, y dentro de las fronteras de los mismos, los padres “prematuros” que carecen de experiencia a la hora de tratar debidamente a sus hij@s… puede conllevar a que el crecimiento del hij@ se vea “interrumpido” por la sobre protección por ejemplo.
Un niñ@ debe de ser educad@ desde pequeñ@, siguiendo unos parámetros y unas directrices previamente pautadas por los padres del mism@. Si es bien sabido que “un niñ@ bien criado y lanzado a la vida con precaución, activa el instinto de inteligencia emocional, autocontrol y autogestión y toma de decisiones.
Esto le será muy enrriquecedor aunque no lo parezca desde el primer momento, pero a largo plazo y con el paso de los años, mejorará significativamente 🙂
P.D.: De pequeño se me enseñó desde 0, y estoy muy orgulloso y a gusto.